Hi-Fi Rush, no me da repelús

Juego semimusical.

Intentaré escribir esta reseña sin nombrar P.N.03.

Oh, mierda.

Bueno, la verdad es que siendo dos juegos de Gamecube los mejores puntuados de lo que llevamos de 2023, no estaría de más un remake del intenso shooter musical con el que nos alumbró Mikami hace ya veinte años. Supongo que eso habla peor del state of the art de los tiempos actuales que de la calidad de aquel, en su momento, poco valorado jueguico. No estamos para tirar cohetes, la verdad. Aquella cornamusa de felicidad nintendera llamada “Capcom 5” en la consola más Fisher-Price de Nintendo, resultó en un timo de la estampita -o más bien de la estampida- en cuanto a la supuesta exclusividad del proyecto; no obstante, hay que reconocer que los juegos estaban bastante bien.

De aquella hornada P.N.03 era el que más me gustaba, porque inauguraba un género que nadie, excepto Gamerah, supo definir. Los juegos semimusicales. Títulos en los que la música tiene un importante papel pero sin convertirlos en un, pongamos, Guitar Hero. Un acompañar, un sí, pero no. Juegos rítmicos, si me apuras. Incluso otro de los “Capcom 5” de Nintendo (no confundir con los Jackson 5, a pesar de las semejanzas en lo tocante al abuso infantil), Viewtiful Joe podría entrar en la etiqueta, esto es, arcades sencillos, de pegar hostias, en los que la presencia de la música era algo más un simple acompañamiento para integrarse en la jugabilidad como un fluir de disparos, toñas y canciones más o menos pegadizas.

Hi-Fi Rush toma este mismo camino. Hay que soltar candela intentando cuadrar nuestros ataques al ritmo de la música para enlazar combos y hacer más daño, además de rellenar la obvia barra de súper para arrear megatalegazos. A todo esto se le unen QTE’s (¿no los habíamos abandonado ya? Respuesta corta; NO) en momentos finales de los combates para jefes. Muy Mikami, sí, aunque posiblemente el pobre hombre solo se pasaba por el estudio para saludar a la chavalería, quejarse de cómo está todo, hay que ver, y recoger el cheque.

Está bien, PERO…

Entiéndeme. El juego mola, es indudable. Pero la verdad es que un juego semimusical, en mi opinión, debiera tener mucha más concritud (TM). Tienes la sensación de que los botones responden… casi bien. Quizá sea la excesiva generosidad del juego con los errores, hasta en niveles superiores de dificultad, pero se nota que el fluir del ritmo no va tan fino como debería. ¿Puede ser problema de hardware, recorrido de los botones o cierto lag de pantalla? Vete a saber. El caso es que, a veces, fluye menos que una Nintendo Direct presentada por Francine Gálvez.

Súmale que, a veces, la cámara se vuelve loca y se forman unos batiburrillos de enemigos, objetos, disparos y notas que parece eso los baños de Suton en hora punta. Nada que favorezca el jogo bonito, en todo caso.

Se ve bonico.

Eso sí. El juego luce un cel shading que, recordemos, es un estilo gráfico de estilo dibujos animados que fue creado para enmascarar limitaciones gráficas y al que Nintendo, no podía ser de otra manera, se agarró cual madero en medio de un naufragio en cuanto salió, proclamando, además, que lo habían inventado ellos. No obstante, hemos de decir que Hi-Fi Rush nos recuerda más al Jet Set Radio de SEGA que aquel descamisado homenaje a la siesta que fue Wind Waker. Así que bien. Es un juego desenfadado y no podemos pedirle mucho más.

Pues es lo que es.

La historia no tiene mucha miga. Simplona y un mero pretexto para unas mecánicas que no tienen más misterio que conducirte de la manita por escenarios pensados para un palantismo sin complejos en los que hay poca exploración, cosa de agradecer. Eres un pibe con zapatillas y una guitarra eléctrica al que una corporación ha tecnoaumentado accidentalmente y que, oh sorpresa, quiere eliminarte. Diversos y olvidables PNJ te acompañan, pudiendo invocarles en medio de la batalla como si de un RPG chusquero se tratara. Nada demasiado grave en todo caso.

Música bien, pero sin fliparse.

Ahí se le ven las costuras al juego. Hay un puñado de temas licenciados, menores, de Prodigy, Nine Inch Nails y Black Keys, entre otros. Poca cosa para un título semimusical, que se acompañan de otros de facturación propia que funcionan bien, son adecuados, pero admitámoslo; no vas a ir al Corte Inglés a comprarte el disco. Es lo que hay en estos tiempos de estrecheces. No hay dinero para el rock & roll.

Pero mola.

La verdad es que en estos tiempos de remakes, de series basadas en remakes y de remasters de remakes de series basadas en director’s cuts que nadie pidió, se agradece un poco de aire fresco, más allá de indies sobrevalorados, que defiendan el legado ya no de los tiple AAA sino del honesto juego de nota 7. En otra época, Hi-Fi Rush no habría sido más que el fondo de cajón de una Capcom en buena forma, carne de rebaja rápida que te apaña unas horas de juego sin ofender. Mucho es.

(Coaching de mongolos)

¡Arrrrtículos de coña!

2 comentarios

  1. Carne de desinstalación game passera

  2. El día que lo presentaron dijeron: “no hace falta seguir el ritmo o ser exactos”. MECAGOENDIOS, que gracia tiene, apartado gráfico aparte, si un juego musical no te obliga a ser exacto.

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