Volver a empezar

Quit playing games (with my heart)

Hace una semana me compré una Switch. Llevaba cinco años sin tener una consola después de haber estado toda la vida jugando con ellas. Era el momento de volver a empezar.

Siempre hacen ilusión estas cosas. Abrir la caja, sacar y examinar pieza a pieza el contenido, tocar los materiales, no mirar las instrucciones, sujetar por primera vez el mando y ver si llegas a todos los botoncitos… lo que ahora se llama unboxing, vaya, pero sin hacer bromitas a la cámara ni fliparse en exceso. Para mí esto sigue siendo algo íntimo, un ritual. No os pienso contar nada de esta parte, soy un caballero.

Realizado el pertinente examen inicial, enganchas todos los cablecitos y enciend…

Dime cariño, estaba escribiendo un artículo para la Gamerah.
Sí, esa gente que no paga… ¿Cuántas veces me lo vas a decir?… ¡Pues claro que al Gordo le pagan! ¡Hasta yo le daría parte del salario que no tengo!
Ya estamos con que es tiempo tirado…
Sí que nos leen, te lo he dicho mil veces. Están Alex y… bueno, ahora hay otros dos en los comentarios que no recuerdo cómo se llaman… y alguno más que sea tímido y no escriba. ¡Vete a saber!
Ya, quizás tengas razón. No sé, me apetecía, pero dime, perdona…

¡¿Qué?!

¿Por qué?

¿Pero por qué?

Era para siempre. Nos lo dijimos…

Volver a empezar. Mierda.

Los mandos de ahora no son lo que eran, joder. Estos de la Switch parecen frágiles, como las promesas que se realizan después de un buen polvo. ¿Y este plástico cutre? Está hecho para que no dure. Hoy en día nada es para siempre. La odio. El Mario Kart 8 no se parece una mierda a esa pasada que era el de GameCube. Me debí quedar con mi GameCube, pero uno ve los gráficos de las siguientes generaciones y se le van los ojos, claro. No pude resistirme a la 360. ¿Y total para qué? Las caras bonitas no duran para siempre, las conversaciones ingeniosas se agotan. Te lo pasas de puta madre echando dos FIFAs, ¿pero luego qué? No hay historias profundas de esas que hacen que se te pasen las horas jugando, explorando cada rincón del juego. Ya no te quedas en la cama tan solo mirándola mientras aún duerme. Y en dos días te has olvidado de la 360 y de todas las malditas consolas. Las pillas manía y no quieres saber nada de ellas. Tus amigos te hablan de los últimos lanzamientos y, sí, tiene buen culo, pero no es lo que buscas en ese momento. Además, es un tío.

Pasa el tiempo y vuelves a empezar, a ilusionarte. ¡Wow, hacia años que no jugaba al Zelda! ¿Esta otra saga es nueva? ¡Mola! ¡Qué de juegos en la eShop! ¡Ofertas! Y me entiende perfectamente. ¡Me deja ser yo! Y pasado el momento de la novedad, del enamoramiento: venga DLCs, pagar por jugar online, juegos de mierda encumbrados por la crítica. Un engaño. ¡He vivido un puto engaño! ¡Si casi acabábamos de empezar!

Y aun no sé lo que hice mal…

Toca volver a empezar. Tengo la Switch y el Streets Of Rage 4. Ya no tengo pareja. Toca volver a empezar. Tengo una hija, dos mandos… ¡Vamos a jugar!

9 comentarios

  1. Qué tipo de brujería es esta? Siento FEELS de tristeza por el pasado y FEELS de esperanza por el futuro al mismo tiempo!

  2. Las parejas van y vienen, pero las consolas son para siempre (aún conservo mi Amstrad CPC 464 mi MEGADRIVE).

    Respecto a la Switch, realmente los mandos son una P*TA M*ERD* pero... ese modo portátil, esa posibilidad de hacer un run en el Dead Cells (juegaso, quiero reseña por favor) en cualquier sitio de casa es una cosa muy jugosa.

    Y haz el favor de dejar el Streets of Shit IV y juega a algo decente, hay joyas (exlusivas algunas) en el catálogo de Switch.

    Viva SEGA 'manque' pierda.

  3. BUAH
    Pagadle a yuse joder, que se nos va a acabar yendo a Anait.

    • No creo que quiera caer al pozo con la trivi y su combo de correctores políticos de izmierda

  4. Yuse Top Nintendero
    :____)

  5. Ah, no hay nada más efímero que una promesa hecha entre gemidos.

    • Las promesas mas efimeras las hacia sega cada que lanzaba una consola o accesorio estorbo

  6. Pero a SEGA la seguimos llorando a día de hoy. Al resto las terminamos olvidando

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