¿Por qué no tengo una consola?

Porque no me sale de los cojones.

¿Por qué no tengo una consola?

Porque no me sale de los cojones.

Esa habría sido mi respuesta en cualquier otra circunstancia, pero el otro día me llamó El Gordo de Minnesota diciéndome que los cabrones de Gamerah le tenían explotado sin parar de escribir, que no tenía apenas tiempo para hacer sus cosas de nazis y que tenía mogollón de cosas de nazis pendientes de hacer. Me preguntó que si podría escribir algo ligeramente relacionado con los videojuegos, como hace el resto, por los viejos tiempos. Apelando a la nostalgia.

Yo me fui a lo práctico: le pregunté que si la tarifa era la habitual, y me comentó que para los que están en nómina era un 35% de los beneficios que se sacasen con el artículo, pero que a mí me podría conseguir un 3%. Lo suficiente para el viaje a Bali con mi pareja si se mantenía lo que ganábamos en geedorah. Acepté.

Entonces al lío… ¿por qué no tengo una consola?

Me ahorraré las presentaciones porque posiblemente todos me reconoceréis. Seguramente os acordaréis del rapero que escribía esas fantásticas reseñas llenas de humor, datos interesantes y crítica mordaz sobre discos de rap en geedorah.com, aquel fenómeno musical que hubo entre el fenómeno Rosalía y el fenómeno Marta Sánchez. Pues yo soy el otro. El que no era DaIllest.

Otrora fui un loco consolero. Empecé a jugar videojuegos con un Amstrad, seguí con la Game Boy, la Mega Drive, Saturn, N64, Dreamcast, Game Boy Advance, Xbox, Game Cube, Nintendo DS, Wii, Xbox 360… No sé si en ese orden exacto. Nunca tuve una consola de Sony. Todos los días me acuesto con esa satisfacción y nunca me he avergonzado del hombre que veía a través del espejo. Tú, querido lector, seguramente sí. Y muchas veces además. También esta mañana, admítelo.

Y por qué no tengo una consola, os estaréis preguntando.

No es una cuestión de dinero. Joder, aún me queda muchísima pasta de todo lo que gané en geedorah. A veces me sorprende cómo podíamos ganar tanta pasta. Más que la mayoría de los grupos que reseñábamos. Los blogs de internet dan muchísimo dinero. Llega a ser absurdo. El otro día me enteré de que, en su última operación de cadera, El Alcalde se había puesto una prótesis de oro y brillantes, que le hace parecer más joven, dice… hay que joderse. Hace tiempo que no voy a verle a la residencia. Debería hacer el esfuerzo. Hay que cuidar de nuestros mayores, chicos.

«Pero si te gustaban y no es por pasta, ¿por qué no tienes una consola?», dirás.

Es sencillo: Nargond me dijo una vez que por nada del mundo cambiaría su isla privada en el caribe, el yate y el jet privado por la tranquilidad que le daría el no tener la posibilidad de terminar preso por las opiniones que vierten sus colaboradores en Gamerah. Tampoco les cambiaría a ellos pese a sus sueldos de estrella de la NBA y lo poco que escriben. En cuanto lo hacen: ¡BOOM! Otro Bugatti para la colección. ¡Pero si la isla apenas tiene 100 kilómetros transitables y dos carreteras! Cuando te sobra la pasta, ya se sabe. Aún mantiene en nómina al Pequeño Juan con sus 450K anuales por corregir textos y eso que lleva al menos 7 años sin acceso a Internet. De locos. Pues a mí me pasa algo parecido.

«¿Concretamente qué? Me estoy poniendo ya nervioso, ¿por qué cojones no tienes una consola?», seguramente estarás mascullando.

Me remontaré a una tarde de esas locas de FIFA online allá por 2013. Lo típico entonces: ganarle a falken con un 18% de posesión y gol de un negro random a la carrera, perder siete partidas seguidas contra kete o que Strato se ponga rabioso OTRA VEZ porque EA Sports le roba tras otra derrota «injusta». Buenos tiempos. Quizás de mis mejores momentos multijugador con una consola, junto con las partidas con mis primos al Saturn Bomberman o al Goldeneye. Total, que estaba yo en el sofá y todos estos cabrones ya se habían desconectado. Apagué la consola, eché un caño, fui a la nevera con el piloto automático, pensé en que había que cambiar uno de los fluorescentes de la cocina, miré por la ventana al solar lleno de mierda y escombros de enfrente, volví a la nevera, subí a la planta de arriba, me lavé los dientes porque ya no tenía ganas ni de cenar, me puse el pijama mientras admiraba mi cuerpo hercúleo en el espejo y me acosté. Al día siguiente, mi -por entonces- mujer me pidió el divorcio.

«Dios mío, ahora va a venir una patética historia de un divorciado rehaciendo su vida, con anécdotas de mierda y filosofía de bar. Yo sólo quería saber por qué no tenía una consola pero la verdad es que tampoco me interesaba demasiado. He vuelto a perder el tiempo en Internet. Me podría haber hecho una paja. Podría haber visto por lo menos cuatro escenas cinemáticas en un juego de Kojima. Incluso haberlo jugado tres minutos entre ellas. Podría haber salido a dar un paseo. Hace tiempo que no me siento en un banco del parque hasta que algún padre se me acerca a preguntarme qué cojones hago ahí y que va a llamar a la policía como no me vaya. Me podría haber duchado porque creo que huelo ya raro- ¿o viene de la cocina? Podría haber hecho tanto… no solo hoy, sino con mi vida en general. La verdad es que prometía, pero te lías y se te escapa la vida entre los dedos. Y todo por mierdas como este artículo… Pero venga, va, ya he llegado hasta aquí y seguiré siendo un desgraciado de todos modos. Así que dime: ¿Por qué no tienes una consola?», pensarás en estos momentos.

Porque no me sale de los cojones.

4 comentarios

  1. Aaaarggg

    Siempre lo supe!

  2. Agradable leer estos artículos prepotentes y bien escritos. nada que ver con la copia china ( anaitgames creo que se llama asi ese antro )

    • Aceptaria ser afectado por la radiacion si el epicentro de la bomba atomica fuesen las oficinas de esa basura de web.

      Excelente texto tocaba remontada despues de las listas.

  3. Está genial!

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