Mensaje de Reyes de Su Majestad Cubitorah – Juegos que nos han hecho felices en 2021 (2)

Felices Reyes, y que os den por culo (otra vez).

Queridos mongolos:

En mi mensaje de Navidad os hablé de la felicidad, ese sentimiento definido por cómo nos sentíamos entre los 7 y 14 calentitos en casa en Navidades jugando videoxocs. También mencionamos otros posibles momentos felices, como el nacimiento de un retoño. Quisiera añadir otro: el retorno de tu mongolo favorito.

Abajo podéis leer el triunfal retorno de Karawapo a estas páginas. A veces un mongolo desaparece, y es mejor no preguntar por qué. Meses de silencio se convierten en años sin pasarse a saludar por el foro secreto. Ni siquiera tuvo la gentileza de hacernos ghosting. No es raro que la confusión dé lugar a la amargura en mentes más débiles, pero yo estaba más agradecido por los buenos momentos que pasé con Karawapo. Momentos como:

  • La feature aquella sobre las generaciones de las consolas.
  • Lo bien que me rascaba el ano durante los 100 años de hibernación. ¡Mejor incluso que Jan!

Aquella vez que el Alcalde, obsesionado con ataques de demencia senil en los que un cocodrilo lo estaba acechando, nos contaba que lo mejor de haberse mudado al asilo de ancianos era la tranquilidad de que el cocodrilo ya no sabía dónde vivía. Karawapo le dijo: «pero yo se lo conté».

Eso es todo. Karawapo era un mongolo más, tampoco nos flipemos, pero ha regresado e incluso escrito un párrafo sobre un juego de Game Boy, al contrario de nuestro CEO, Harukiya. Y solo por eso he decidido, con efecto inmediato, cesar a Harukiya como CEO de Gamerah y nombrar en su lugar a Karawapo.

Tal vez os parezca injusto recompensar así a Karawapo, desaparecido años, y no por ejemplo a Narg, nuestro webmaster / editor / soldador / redactor / capitán del equipo de waterpolo y principal campeón contra el casimuertismo, o atari baby, nuestro diseñador y creador de no uno, sino de DOS temajes en 5 años, o Kete, quien escribe nuestros artículos más leídos y una vez se encontró 5€ en la calle, o Alex, nuestro único comentarista, pero vuestra opinión me la trae floja. Karawapo es el nuevo CEO de Gamerah.

Felices Reyes, y que os den por culo (otra vez).


Lufia: The Legend Returns 

Por Karawapo

¿Os imagináis cómo se haría un RPG en una consola de 8 bits este mismo año, 5 años después de que Enix o Square sacaran sus últimos RPG para Super Nintendo? Pues eso es exactamente Lufia: The Legend Returns para Game Boy Color. Dinámicas de juego sorprendentes y mecánicas muy actuales. Las mazmorras se generan al azar, tienes una formación de 9 jugadores de los que solo puedes usar 3 cada turno, hasta 56 colores simultáneos en pantalla… Sin duda el mejor juego que he jugado en 2001.


Streets of Rage 4: Mr. X Nightmare DLC 

Por yusepon

Soy de esas personas que son felices con poco, de gustos poco refinados, que no van a la moda y que saben conformarse con lo que tienen. Por eso nunca dominaré el mundo y siempre seré seguero, mal que le pese a llan. Puedo encontrar la felicidad jugando con mi hija a cualquier cosa: resolviendo puzzles tontos controlando a Capitán Toad y señora, o mejor dicho, a Toadette y el bobo de su novio, porque ya te vale que por fin consigas un juego con tu nombre y quedes al final de secundario… Puedo sentirme feliz cuando, después de 6 canciones humillado, por fin sale el «Skibidi» y por fin gano una en el Just Dance. Soy feliz si conseguimos avanzar en el Trine 3 tras haber pasado 15 minutos de risas teletransportando cajas y puentes a los lugares más idiotas que se nos ocurran. Pero que cojones, lo que más feliz me hace frente a la consola no tiene nada que ver con mi pequeña y no es otra cosa que ver a Shiva con su uniforme limpio y blanco que no empaña atravesar la pantalla de lado a lado en un flying kick eterno dejando llamas, rayos y viudas a su paso mientras sus sombras bailan el spirit dance alrededor y una lluvia de doce cohetes caen sobre el escenario. Ese sonido de machaque de botones incesante, esa adrenalina que te da el saber que apenas te queda un golpe de vida, que hay una hamburguesa a apenas 6 pasos de ti y que si dejas de golpear para cogerla será probablemente tu sentencia de muerte, no tiene competidor en el olimpo de la felicidad videojueguil. Por eso el modo survival del SOR4 es mi mejor juego del año (da igual cuando leas esto).


Xenoblade Chronicles 2

Por Kim Kapwham

Me dicen desde las altas esferas de Gamerah que escriba sobre videojuegos que me hayan hecho feliz durante 2021 y yo pienso: «Coño, pues todos. ¿Es que acaso alguien es tan imbécil que se pone a jugar para pasarlo mal y sentirse peor?». Luego recuerdo a toda esa prole de masocas que prefieren jugarse un Dark Souls a que una fräulein centroeuropea les pise el escroto con un Giuseppe Zanotti y pienso que puede que en Gamerah tengan algo de razón.

Pues mi jueguico del año ha sido Xenoblade Chronicles 2, cosa totalmente paradójica pues ha salido en exclusiva para una consola que se jacta de ser portátil o sobremesa pero que es prácticamente injugable si lo usas en modo portátil. Afortunadamente, como servidor ha tenido tiempo para tocarse la huevada lo terminé con 265 horas y sin meterme en la segunda partida o la expansión. No me extraña que desde su lanzamiento hace 4 años no hayan sacado más JRPGs para la plataforma.

Y claro, uno se pone a jugar y le encuentra sus cosillas. La música tiene partes de Yasunori Mitsuda, que es el tipo de Chrono Cross y Xenogears, así que es agradable de escuchar. El sistema de combate es algo puñetero, pero no por mal pensado sino por falta de explicaciones correctas. Los parajes son rebonicos. Y la historia… bueno, es la típica paja mental de Tetsuya Takahashi en la que te mezcla sin rubores gente que vive en chozas pero va a trabajar montada en un robot gigante. Todo transcurre con agrado en un mundo abierto que no llega a notarse agobiante.

Y por supuesto, está el metajuego que propone si eres lo bastante instruido como para percibirlo. La manera en la que los programadores de Monolith han ido dejando miguitas de cosas que los connoisseurs somos capaces de percibir sin que la Pía y Recatada Nintendo venga con un hacha a defender la virtud frente al pecado. Me estoy refiriendo a esa bronca constante entre la pelirroja maternal que quiere malcriar al protagonista y la rubia despampanante que quiere ponerlo firme. A la frustración creciente ante estas manipulaciones de la niña gato a la que le gustaría practicar el erotismo entre especies (como describió Kevin Smith al acto de follarse a un burro). A las situaciones NTR en las que el protagonista le levanta la esposa a un vejete… o le roba las lolis gemelas a un delincuente tomándolas de sus dedos muertos. A la adolescente gótica que se hace la importante pero que ve que llega a los 30 sin haber catado mozo. Incluso contamos con ese sueño otaku recurrente que es la waifu cibernética que te hace caso por muy mediocre que seas pero que luego puedes apagar para que no te fastidie el partido de Champions. Toda una plétora inacabable de fetichismos, del más nipón al más universal, capaces de traer bondad y calor a las mentes más preclaras. Ahí tenéis al pobre Masahiro Sakurai, un alma destrozada por los rigores del trabajo Nintendero que encontró la dicha en las verdes estepas y azules cielos de Xenoblade 2. Y también ha sido mi caso.


Ninja Gaiden (Game Gear)

Por Naeval

Servidor no tuvo unos inicios fáciles en el mon del videojoc. En mi familia los videojuegos se relacionaban con el vicio que tuvo durante una época mi abuela Carmen a las tragaperras, y no entraron hasta que, precisamente, le pedí a mi abuela Carmen una Game Gear (de hecho, fue una Game Boy pero cambié de idea en el último momento). No tuve oficialmente más juego que el Columns durante año y medio (solo me compraban videojuegos en cumples y santos, pero lo primero que me compraron fue el adaptador de juegos a la Master System, para que mis compañeros me pudieran dejar más juegos), pero extraoficialmente le pedía a mi abuela juegos. Miento, le pedía UN juego, que nunca conseguí tener: Ninja Gaiden, de Game Gear. No sé qué hacía mi abuela cuando iba al Corte Inglés de debajo de casa, pero trajo tres juegos, espaciados en el tiempo, y nunca fue Ninja Gaiden por mucho que le escribiera yo qué tenía que pedir. Primero trajo Out Run, luego Lucky Dime Caper Starring Donald Duck, y finalmente Street of Rage (vuelve este juego a este artículo). Al final murió mi Game Gear, y no me pasé Ninja Gaiden (sí me pasé el de Master System y el de Game Boy, con el chulísimo nombre de Shadow Warriors).

Y ha sido este año cuando por fin he podido comprobar todos los rumores que contaban mis compañeros de clase por aquel entonces (1992, por si alguien tiene curiosidad). Sí, ya había jugado algo en emuladores, pero por fin ha sido en Game Gear. He podido disfrutar de la animación super molona de Ryu Hayabusa corriendo, de su tremenda linealidad, de sus habilidades especiales (pocas), de las escenas cinematográficas entre pantallas, y sufrir algo con sus jefes (alguno es bastante durete).

Cuanta molaridad junta.

A la postre, he conseguido dejar atrás una cosa que quería haber hecho hace tiempo, y eso me ha hecho muy feliz. Sinceramente, no es tan bueno como el Ninja Gaiden de Master System, a pesar de que en las revistas de la época lo pusieron mejor, pero no es mal juego. Un poco corto (cinco fases, de las cuales una es una especie de bonus y otro un monstruo bastante pesado), pero con las pilas de la Game Gear eso es siempre buena noticia. Sin duda alguna, mucho mejor que las sobrevaloradísimas versiones de Famicom-Nes.


El primero 

Por falkenmaier

En algún momento he leído por aquí esto de <felicidad>, <videojuegos> y <navidad> y ahora mismo no dispongo de capacidades habilitadas para elegir mis impulsos y evitar sortear tener que hablar del presente. La verdad es que no siento la obligación de tener que pensar cosas que no veo, y no veo el por qué pensar lo que siento, tendría que ser obviado. Así que lo más sincero por mi parte en estos momentos, va a ser transmutar a código escrito la nébula imprecisa de un momento concreto de mi vida que incluye felicidad máxima e inconsciente. Que aunque absurda (o precisamente por ello), sigue permaneciendo como algo a conservar en mi tú, de manera instintiva.

Que podría decirse que mi juego del año, fue el de aquel, en que por navidades estábamos mi hermano (dieciséis meses menor) y yo, en casa de mi abuela materna, que vivía en la Trinidad Nueva. Días que tenían noches en que nuestro tío soltero que vivía con ella, nos enviaba a la cama cuando salían los dos rombos, pero nos íbamos tan felices a dormir escuchando, desde la oscuridad alterada por las farolas de la carretera, cómo las ambulancias que pasaban con un ratio de una cada doce coches en su paso solitario por aquel tramo de la Meridiana, dejaban el rastro sonoro de sus sirenas cambiando de tono desafinadamente a medida que transitaban hacia la lejanía.

La cosa es que podía darse la circunstancia de que algunas mañanas llegase nuestro hermano (cinco años mayor), y trajese una bolsita con barriletes de chicle o de cheiws de fresa ácida. Nosotros no lo elegíamos, pero en irrecordables ocasiones, en lugar de chucherías y de manera completamente imprevista, llegaba con una bolsa volumétricamente diferente a lo habitual. Y en la que desde fuera debía entreverse por cojones, la presencia de una caja rectangularmente grande y granate, que llevaba impresa en la parte más visual de la misma, una foto con un señor y una señora extranjeros junto a unos niños, y todos ellos sonriendo junto a una tele. 

«¡¡¡HAS TRAÍDO EL VIDEOJUEGO!!!» 

Mecagoentodo. Qué nervios. Da igual si era la pequeña en blanco y negro del dormitorio, o si era la tele-en-color del comedor -si se daba el caso de que mi tío no estuviese- . Daigual daigual daigual. Mi hermano sacaba la maquineja esa de la caja, no se que mierda hacía con aquellos cables desde detrás de la tele, pero volvía a la parte frontal, abría una tapa prohibida, y se liaba a darle a unas ruecedillas que dios sabe para que servían, y comenzaba un festival de rayas e incierto espectáculo visual, que poco tenía por nuestra parte de impaciencia o reproche. Más bien dominaba el más absoluto silencio espectador de mi hermano menor y yo, confiando en el saber supremo de quien estaba a los mandos, implorando en secreto a él, y a quien coño tuviera que ver en todos aquellos sucesos inexplicables, que nada, por el amor de dios, fallase ni provocara la más mínima interrupción durante la complicada operativa. 

OHHHHHHHHMIRAMIRAMIRA!!!

De repente, la maravillosa ondulación pantallil tan diferente a la nieve granulada, anunciaba el grandioso momento. Todo ese amasijo gris y confuso, se convertía por obra mágica o vete a saber por qué maravilloso fenómeno electrónico, en un gloriosamente básico cuadrilátero trazado de manera lineal, de impecable color blanco sobre ultrapresente negro. Un palito por lado, unos impactantes números grandotes rectilíneos a modo de marcador, y el único y más que suficiente plic-plic de un punto cuadrado rebotante, te indicaban que aquello estaba ya asombrosamente listo para comenzar. Mando naranja y rueda negra. Giro a la derecha jugador abajo, giro a la izquierda, jugador arriba. Suave y preciso. Indescriptible el sentimiento de poder, al sentirte responsable de ese puto rebote. 

Joder, quiero estar jugando todo el tiempo del mundo a esto. No quiero que acabe nunca. No quiero el puto Gente Joven, ni quiero que inventéis los electroduendes en el futuro. No quiero Sonia, ni Mayra, ni al Horacio. No quiero gajates, uraldes, marcos ni chústers. No quiero personas de verdad, no quiero señoras con triángulos negros entre las piernas. Ni siquiera quiero dibujos animados. Lo único que quiero en la vida y en estos momentos, es esto.

La verdad es que soy incapaz de recordar como acababan aquellas sesiones, pero exculpo a la persona que era (si lo fui), porque presenciar el mayor impacto técnico televisivo de su historia me hace relativizar la destrucción de detalles accesorios en su memoria.

Espero que si hay alguien al otro lado leyendo esto y que no sea yo mismo rectificando nimieces, no piense que soy ese tipo de personas dúctiles y corpóreamente blandurrias que se ahogan en una deriva remolínica de recuerdos incapaces de verle la gracia al presente. A mí que no me lleven al pasado, que tengo muchas cosas pendientes aquí. Si acaso, un viajecito breve y unos tres párrafos atrás, que no queda mucho conocer mi primer juego de Sega. Pero nada; una cosa rápida, que en un ratico vuelvo. Que el presente está lleno de cosas cojonudas y algunas de ellas posiblemente tengan que ver con los juegos y todo.

4 comentarios

  1. Pomposa y hermosa descripcion de Falkenmaier,que guardando las distancias se hace un sentimiento comun a muchos que tuvimos sensaciones parecidas

  2. Apoteósico.

    Mis primeros recuerdos con los videojuegos son mi yo de 2-3 años sentado frente a la lavadora viendo como la ropa daba vueltas.
    Entonces no lo sabía, pero ya me estaba preparando para
    mi mayor impacto en la historia de los videojuegos: SONIC.

    Larga vida al nuevo líder de Gamerah.

    • Excelente analogia. Sonic es igual de molesto que ver y escuchar una lavadora en funcionamiento.

  3. Sois unos cabrones.
    Llevo 10 años diciendo tonterías en el foro cecleto esperando la caída de Haru.
    Soy su cuñao y por lo tanto el siguiente en la línea de sucesion.
    Y ara llega el karawapo y ale!
    CEO de la noche a la mañana.
    Y yo ya tengo una mujer, una hija, una hipoteca, un Dacia, un curro y una vida montada para nada.
    Y lo peor es que no se si el karawapo tiene hermanas o que.
    Ya os vale eh.
    Ya os vale.

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