
Conviene acercarse a Cirote 3 (gratis en itch.io) desde el más absoluto desconocimiento. Como quien entra a la Capilla Sixtina por primera vez, con los ojos tapados a la espera de un Síndrome de Stendhal largamente anticipado. Igual que quien se deja guiar por mano experta en los terrenos ocultos de los placeres prohibidos. Porque solo evitando la exposición a la polvareda de los comentarios, reseñas encontradas y, en general, a la polémica que ha desatado en la prensa internacional, podemos ser justos y evaluar con criterio semejante obra lúdica. Hay que entrar en Cirote 3 como en un acto de abandono voluntario. Con una fe musculada, segura de sí misma. Sin preguntarte si es necesario jugar a Cirote 1 y Cirote 2 para hilvanar con el argumento de su tercera parte. La respuesta es clara; no hace falta, porque nunca existieron. Esa primera pirueta conceptual, ya desde el nombre del juego, alerta nuestro yo más reflexivo. Las espadas están en alto.
¿Qué nos encontramos en Cirote 3? Los ropajes de un RPG por turnos aparentemente tradicional. Ecos de Persona y, por qué no decirlo, Mother 3, el RPG seminal fetiche de esta casa, la Gamerah. La selección de personaje es un chiste, no por mala o inexistente, sino porque realmente es un chiste. Malo. El primero de muchos que se desplegarán desde la pantalla inicial, en unos baños públicos donde una serie de ventosidades de nuestra protagonista, nos reciben como salvas de bienvenida. Señalar que la intensidad de los cuescos tiene su propio slider ajustable al gusto del jugador, al igual que la presencia de pollas y «revueltos» (regüeldos, entendiendo el modismo local) para obtener una experiencia de juego personalizada. Un detalle que agradecer. Sin embargo, en lo que no podemos mostrar tanta gratitud es en la presencia de escenas FMV como la que nos recibe al terminar nuestra protagonista el fruto de su logística intestinal, esto es, una diarrea fotorrealista que parece liberada no por un solo culo, sino varios. Una tónica que continuará posteriormente, jugando el autor a ser una especie de Dios loco que juega con dados trucados, combinando sin rubor todo tipo de estilos gráficos como el propio de un RPG de 16 bits, el hentai, las fotos de cochinadas y hasta pollas en 3D. Toda una declaración de intenciones. Porque hemos venido a romper prejuicios y muros. La rigidez estilística del RPG tradicional se tambalea ante Cirote 3, abriendo nuevos caminos inexplorados y sugerentes. El acuerdo entre creador y jugador se difumina, se rompe. La experimentación reservada a los genios nos recibe con los brazos abiertos. No así el resto de los personajes, que reniegan de nuestra protagonista y la someten a humillantes pruebas como freír un huevo a base de pedos, o entrar en el baño de caballeros sin llamar antes.

Cirote 3 rehúye las convenciones del buen gusto, pero no así las de los RPG por turnos tradicionales. Tenemos combates, objetos a usar, poderes (cirotes) intercambiables, puntos de vida y de magia, etc. No hay sorpresas aquí. Tampoco en el argumento que transita por diferentes escenarios, desde el costumbrismo de una estación de tren con presencia de la benemérita, hasta la más pura space opera de una nave gobernada por un ordenador enloquecido, clara referencia a Kubrick y a la metafísica del hombre contra la máquina de 2001, Odisea en el espacio.
El título que nos ocupa puede analizarse desde un punto de vista lúdico, atendiendo a sus innegables cualidades técnicas o a su profundo argumento. Pero seríamos injustos si lo redujésemos a un simple inventario de logros jugables. Cirote 3 va más allá. Su autor nos coloca frente al espejo y nos interroga sobre el tipo de jugador que somos. ¿Apreciamos una buena ventosidad como palanca argumental, como una pistola de Chejov imposible de obviar porque su rastro se revela en las bragas de la protagonista como running joke? ¿Somos jugadores más reflexivos que nos venimos arriba en la gestión de los personajes, inventarios o estrategias de combate? Nosotros decidimos lo que queremos ver en ese espejo deformado, digno de una Calle del Gato descrita por un Valle Inclán inflado a peyote. Nada bueno, en todo caso. Y es, precisamente, ese ejercicio metajugable, en esa inversión de los papeles autor/jugador donde Cirote 3 revela su auténtica esencia. Es un juego que, en sí mismo, no existe. No ha sido diseñado, ni programado por mano humana. Ha sido nuestra conciencia, de un modo inconsciente en todo caso, la que ha creado Cirote 3. Un falso recuerdo colectivo, irreconocible al principio pero que, tras la explosión sensorial que supone (a modo de revuelto) nos muestra su auténtica cara. Nunca lo hemos jugado. Solo tenemos el recuerdo de haberlo jugado. Cirote 3 solo existe en nuestra memoria.
Y, por terminar. ¿Lo recomendaría? Solo como alternativa al suicido.

Como pensaba que ibais a hacer una reseña de mierda poniendo verde al juego (como se merece), os iba a decir que por lo menos mi juego no es un podcast y llamaros gilipollas, pero ahora no sé qué decir.
Gracias :*