Bradomín's Creed: The Sonatas

Brandomin

En 2029, Ubisoft lanzaba al mercado Bradomín’s Creed: The Sonatas, el primer juego de la historia que nos permitía manejar a un carlista: el aristócrata gallego Xavier de Bradomín, un Don Juan admirable (¡El más admirable tal vez!). El juego nos transportaba a cuatro escenarios del XIX recreados con gran detalle y virtuosismo gráfico: la Liguria de la unificación italiana, las tierras exóticas de la Nueva España, la misteriosa Galicia central y las escarpadas montañas navarras. Tras la oportuna compra de publicidad, fue un éxito de crítica y ventas. Vladimiro Montesinos, jurista y videoaficionado, nos lo cuenta desde su celda en la Base Naval del Callao.

«Yo le he visto arrancarse del pecho la saeta que le lanzan los siete pecados capitales».

(RUBÉN DARÍO)


Primavera

Los céfiros susurrantes de la Liguria nos traen ecos de albahacas y bergamotas mientras manejamos a nuestro avatar, escalando por chapiteles renacentistas bajo la mirada de gárgolas mefistofélicas. Resuena el murmullo de las fuentes, orladas de querubines alados, con sus aguas de plata repujada. El Marqués de Bradomín, cruel y arrogante, se encuentra en el esplendor de la juventud. Ante nosotros se presentan encomiendas diversas al servicio del Papa y el objetivo fundamental de la seducción de novicias. En jardines barrocos, a la sombra de cipreses milenarios y magnolios catedralicios, el nardo da su olor con vírgenes princesas. Satanás siempre se ensaña contra los mejores, golpeando con su cola negra. Contra nosotros conspiran cardenales genoveses de dedos gruesos que yacen con monaguillos y efebos y que transportan, en receptáculos secretos ocultos en gruesos anillos de zafiros y esmeraldas, venenos extraídos de la piel de sapos caribeños. En el combate cuerpo a cuerpo esgrimimos el florete, afiladas dagas florentinas y pistolas inglesas de acero de Damasco y culata de maderas de sauces shakespearianos, compradas en Purdey & Sons durante el exilio londinense luego de la jura de Vergara.

El sistema de comunicación del juego nos envía cartas de amigos y aliados desde Roma, desde el Pazo de Brandeso, desde nuestras posesiones en Nueva España, desde el exilio de Don Carlos VII en el Palacio de Loredán e incluso desde París.


Verano

En el segundo escenario del juego vemos la tierra caliente de la Nueva España. Páramos abrasadores donde los buitres esperan la carroña, posados cual gárgolas sobre cactáceas grandes como crucifijos deformados. En las selvas impenetrables, los loros cacarean en lenguas vetustas con la facundia de nobles sodomitas, y ranas de colores azufrados, hinchadas como cardenales y que llevan su ponzoña en la piel tornasolada, guardan la eterna vigilia de sus grandes ojos de cristal a la sombra de plantas carnívoras que abren las fauces de sexo dentado. En los pantanos sumidos en nieblas mefíticas, los caimanes viejos como encinas se muestran en aparente duermevela entre lánguidos bostezos, mientras sus ojos despiertos brillan en la penumbra con las ascuas rojizas de una maldad talmúdica. Bandidos mostachudos blanden enormes facas albaceteñas en ciudades y mercados. Ciclópeos esclavos mauritanos, de labios priápicos y rostros de estupor animal, nos acometen con cachiporras; y petimetres criollos, vestidos con telas traídas de las Bisayas, nos intentan desplumar en juegos de naipes. En la profundidad de las junglas nos vemos asaltados por yucatecos cobrizos y relucientes cual calderos. Nos soplan dardos venenosos con sus cerbatanas, con sus ojos de reptil alucinados por el peyote. En lo alto de misteriosos túmulos y pirámides, sus reyezuelos narigudos de rostro cruel y arrogante aguardan, sus melenas azabache enceitadas por ungüentos milenarios y tocadas por coloridas plumas de histriónicos tucanes, mientras viejas desdentadas muelen, en morteros de oro macizo, pimientas afrodisiacas que les permiten poseer a vírgenes durante noches enteras.


Otoño

En este episodio autumnal, el juego nos lleva al lugar de nacimiento del Marqués: el Pazo de Brandeso (www.pazodebrandeso.es), casona fortificada donde deberemos seducir a nuestra prima hermana. La Galicia supersticiosa se recrea con detallismo y preciosismo gráfico en la Playstation 4. Cientos de personajes controlados por ordenador reproducen de forma aleatoria y orgánica la vida de esta tierra embrujada: peregrinos jacobeos y leprosos que yerran por los caminos; bandoleros cecijuntos; sacrificios nocturnos bajo robles centenarios; exorcismos con carneros arrojados vivos a las llamas; las criadas viejas del Pazo, que trasiegan en las cocinas bajo el brillo de calderos de cobre relucientes como la piel de los arrogantes reyes yucatecos, moliendo en almireces de madera de boj la artemisa, el amaranto y el ajenjo de las florestas embrujadas; campesinas gallegas de generosos pechos y cabellos rubios como mazorcas, a quienes se les aparece la virgen y que llevan posada en la frente la blanca paloma de la vieja cristiandad (podemos también dejarlas encintas en pajares, folgando sobre el heno caliente).

Por la noche, nos sobrecoge el aullido de lobos que se precipitan sobre nosotros en oscuras cañadas, con colmillos como puntas de navajas, dándonos grandes sustos que el juego enfatiza poniendo de golpe «Asturias» de Albéniz. En efecto, la banda sonora del juego está muy lograda, con grandes piezas de las vanguardias postrománticas, desde Liszt hasta Bussoni o las obras tardías de Alejandro Scriabin. Tonadas melancólicas, con la hiel amarga de los acordes disonantes, acompañan nuestras evoluciones por la Galicia de los trasgos y las brujas – se sacrifica el chirriante sonido de las gaitas, deplorable folclore, en pro de las cumbres de los ingenios atonales. Desde Versalles nos envía este soneto un amigo, príncipe de las letras castellanas:

Marqués (como el Divino lo eres), te saludo,
Es el otoño y vengo de un Versalles doliente.
Había mucho frío y erraba vulgar gente.
El chorro de agua de Verlaine estaba mudo.
Me quedé pensando ante un mármol desnudo
Cuando vi una paloma que pasó de repente
y por caso de cerebración inconsciente
pensé en ti.
Toda exégesis en este asunto eludo.
Versalles otoñal; una paloma, un lindo mármol;
Un vulgo errante, municipal y espeso,
Anteriores lecturas de tus sutiles prosas.
La reciente impresión de tus triunfos…
Prescindo de más detalles para explicarte por eso
Cómo, autumnal, te envío ese ramo de rosas.


Invierno

Escena del juego, luchando al servicio de Don Carlos María de Borbón

El final del juego nos atrae a Estella, donde luchamos contra los isabelinos al servicio del Duque de Madrid, acompañados de soldados viejos y fieles de antes de la traición de Vergara. Muy lejos anda todavía el triste destino de la villa, donde a día de hoy gobierna Batasuna… El puente románico luce bajo la luna, y la nieve es blanca como el vientre de una novicia de Liguria. El agua del Ega, petrificada, arroja reflejos tornasolados y húmedos como la piel de un sapo precolombino. Por Dios, Patria y Rey recorremos los agrios riscos de una Navarra invernal, tendiendo a caballo emboscadas a liberales impíos.

Carecemos de uno de los brazos, lo que restringe nuestras posibilidades de acción. Optamos por el sigilo: con sólo pulsar un botón, podemos ponernos y quitarnos la gorra roja de los leales a Don Carlos. Con la cruceta del pad damos órdenes a nuestros compañeros de cruzada, que esgrimen una panoplia de armas en los tiroteos en la Ciudad Santa del Carlismo: trabucos cargados de eslabones de cadenas herrumbrosas, máuseres y, en una misión mano a mano con el Rey, un bellísimo rifle para la caza de bestias africanas comprado durante la emigración. Nuestra fiel pistola de Purdey & Sons en acero de Damasco brilla con las iridiscencias radiosas de los letales anfibios de Ultramar. El ductus jugable se muestra pausado, moroso, muy alejado del frenesí del videojuego actual, en el que infantes de aspecto murino, la sangre alterada por los bebedizos energéticos, se masacran con la excitación desencajada de indígenas yucatecos. El Marqués de Bradomín es ya anciano, pero bajo la barba nívea y luenga arden todavía las brasas de quien desvirgase a princesas que apenas habían otorgado sus votos y yaciese con hijas de bandidos de Nuevo León. Al final del juego, cometeremos un incesto con una novicia, mientras resuenan ebrios de pedal los cromatismos fúnebres del Sursum corda lisztiano. Caronte aguarda: «Da sus últimas luces mi candil / Ha colgado la mano de la muerte / papeles en mi torre de marfil». ¡Viva Ubisoft! ¡Viva Cristo Rey!

Jurista y videoaficionado.

3 comentarios

  1. Que sepa quien es vladimiro montesinos y no tenga puta idea de que va el asunto del articulo. Me demuestra que el tiempo no pasa en vano ...ooo el olvido que seremos

  2. Lo que poca gente sabe es que después de la publicación de esta reseña, Ubisoft decidió abrir un Kickstarter para financiar el juego, consiguiéndolo en un tiempo récord (10 años). El juego finalmente vió la luz y pudo ser reseñado por Vladimiro Montesinos; reseña publicada por Gamerah en enero de 2019.

  3. Estoy atascado en Nueva España, intentando seducir a la abadesa que custodia la tilma de la Virgen de Guadalupe. He conseguido que se desnude recitándole los versos de Catullus que te envía por carta el Duque de Medina, pero no consigo dar con la combinación del cinturón de castidad. Alguien se acuerda?

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