Canis Canem Edit

Ahí tenéis al Gordo de Minessota. Creo que salíamos todos los gamerianos en el juego.

A esta reseña le tengo un especial cariño. El juego no era muy allá, la verdad. Pero desde aquellos Skool Daze de Spectrum no había visto algo igual. Un tal Mikie de Konami, un arcadito de la época, quizás. Pero este trasladaba el esquema de los GTA, por aquella época bastante verdes e inestables, a un entorno más adecuado quizá a las posibilidades técnicas de las máquinas de entonces. Me pareció un acierto total. También recuerdo la polémica que generó, con la bochornosa reseña que se cascaron en la entonces omnipresente Hobby Consolas, negándole la nota. Un postureo (entonces no existía esta palabra, hoy apenas tampoco la usamos) ridículo en una revista, y en general en un sector abundante en brutalidad, chabacanería, sexismo y discriminación de todo pelaje en la gran mayoría de sus títulos. Que no me parece mal, pero ponerse digno con estas alforjas solo está a la altura del campo de fútbol aguantando el minuto de silencio por la buena causa de rigor antes de lanzarse al torbellino de los insultos, vejaciones y agresiones habitual.

También tengo buen recuerdo del rollo de las cartitas. En aquellos lejanos tiempo se nos metió en la cabeza que el aspecto formal de las reseñas también podía ser un terreno en el que jugar. Además, en mi caso me resultaba tremendamente útil para disfrazar, de alguna manera, las carencias como jugón que aún arrastro. Una distancia sobre el mundillo que sé que nunca podría superar sin dejar parte de mi cordura por el camino. Mis bendiciones para quien sea capaz de mantenerlo a raya, pero mi carácter obsesivo (una especie de ver el mundo a través de un tubo de papel de aluminio) me impide ser capaz de aguantar la mirada del abismo por más de unos segundos.

Quizá por eso tampoco soy capaz de acabarme los juegos que comento. Canis Canim Edit era uno de ellos.


(02-11-06)

Estimados señores de Rockstar,

Mi nombre es Jenny Papadopulos, abogada de la señora Wendy J. Rooney. El motivo de esta carta es advertirle de las próximas acciones legales que vamos a tomar por apropiarse de la imagen del Sr. Wayne Rooney como protagonista de su juego Canis Canem Edit. La Sra. Rooney está particularmente afectada, al parecer por haber desempolvado viejos recuerdos de la infancia del Sr. Rooney, particularmente dolorosos. Asimismo este desempolvamiento tampoco es del agrado del Sr. Rooney, quien está dispuesto a llegar hasta el final en este proceso o “liarse a hostias con esos putos nerds programadores huevospequeños” en sus propias palabras.
Quedo a la espera de sus noticias/disculpas.

Jenny Papadopulos
Papadopulos&Papadopulos


Estimados señores de Rockstar,

Como presidenta de la Asociación Madres contra Videojuegos de Basauri no puedo menos que hacerles llegar mi más rotunda protesta ante la Aparición del título Canis Canem Edit. Astutamente intentaron embaucarnos cambiando el título americano Bully, pero a una madre no se la engaña fácilmente y hete aquí que me encuentro el citado título ya a la venta.

Yo pensaba que había agotado ya toda mi capacidad censora con los GTA, pero esto ya clama al cielo. Y como no soy de ésas que hablan sin saber, como tantas madres malinformadas que encuentro en las reuniones de padres (¿por qué las llaman reuniones de padres si sólo van madres? Nota mental: escribir una carta al respecto) o la Cari del quinto, que pone de vuelta y media a todo bicho viviente y ella parece la del ANTES del anuncio de la baba de caracol, menuda arpía… Pues eso, que una servidora se informa y por ello alquilé (¡ajá!) el susodicho jueguecito.

Vaya, menús y estética similar a los GTA. Esto no puede ser bueno para mi acidez. ¿Caricaturas? ¿Tiempos de carga excesivos? Parece que ya estoy en territorio enemigo… La cosa comienza con una intro en la que se ve a una desnaturalizada madre abandonando a su hijo en una institución académica típicamente británica, Bullworth. Qué mundo éste, en el que el cuidado de los niños es un trabajo de mensajería más que otra cosa. En fin… Todo en perfecto inglés y subtitulado al castellano, para que no nos perdamos ni un zafio detalle. Eso sí, destaca la calidad gráfica que exprime al máximo las posibilidades de nuestra PS2 (esto lo he copiado de una revista Jodeconsolas nosequé, que le quité a mi Kevin de debajo de la cama; le metí una porno de su padre, a ver si por lo menos se acostumbra a cosas sucias, pero normales). Ya metida en harina puedo comprobar como mis cientos de cartas a Rockstar, Antena 3 y La Atalaya no han surtido el menor efecto.

¿Por qué? La brutalidad desmedida es constante. Se puede golpear a cualquier personaje del juego. Niños pequeños, niñas, educadores. Incluso insultarles hasta lograr arrancarles lágrimas. Menos mal que no han traducido ni doblado esos sucios comentarios. Así me ahorro esa basura. Peleas, insultos, ACOSO. ¡Y sin apenas consecuencias! Hasta podemos besar a chicas, si les llevamos flores y bombones, en una simplificación flagrante de los más elementales ritos de cortejo. Lo que me demuestran esas jovencitas es que son unas frescas. No quisiera yo que mi Kevin se juntara con un zorrón de estos. En mi casa no entra. Además, ¡llevan minifalda! ¿Qué clase de perturbado impone un uniforme así? Esos pequeños sacos de hormonas desatadas van a acabar haciéndose daño de tanto tocarse. (A mi Kevin le dejo, pero no más de dos a la semana, lo que me recomendó el Doctor Angulo. Miércoles y Domingos a las 7 de la tarde. Yo le vigilo.) En otro orden de cosas, también se pueden forzar las cerraduras de las taquillas ajenas y buscar nuevos ítems y armas. Bonita manera de mostrar respeto por los demás. Yo a mi Kevin le reviso constantemente la taquilla del colegio. Conseguí una orden judicial para entrar a cualquier hora e inspeccionar su taquilla de los vestuarios. Algo bueno tenía que tener escribir aquellas cartas a Konami por el Metal Gear. Aprendí un par de cosas sobre taquillas. Y no crean que me corto un pelo. Una vez me escondí en una para ver cómo se duchaba después de gimnasia, por si acaso se tocaba fuera de horas.

Pero donde las dan las toman, nuestro pequeño protagonista también recibe palos. Es habitual que los mayores le suelten collejas sin motivo alguno en los baños y aquellos lugares desprovistos de vigilancia. He contemplado, asombrada, como pequeñas trifulcas se convertían en auténticas batallas campales en una suerte de peleas en serie a las que se van uniendo personajes debido a ocasionales golpes perdidos. Sólo faltaba la cámara de video del móvil. ¿Acoso escolar? Eso más bien son técnicas paramiltares. Y me dirán que no hay sangre. Que el tono es ligero y desenfadado. ¡Error! Aparte de que el sonido acentúa la brutalidad de los golpes, está el tema de la humillación constante. Al terminar la pelea es posible degradar a nuestra víctima sacándole los calzoncillos hasta la nuca, frotarle un salivazo en la cara y barbaridades semejantes. ¡Horror!

Pero algo de orden y justicia sí que hay. Si llenamos una especie de gamberrómetro, unos monitores pululantes nos perseguirán y acabarán con la misión en curso. ¡PERO NADA MÁS! Sin grupos de apoyo, sin terapia… Ni siquiera un poco del viejo jarabe de palo (que no apoyo pero comparto). Además, resulta muy fácil esquivarlos, metiéndote en las papeleras o pisoteándolos sin piedad. Muy crudo, sí.

El desarrollo del juego nuevamente me recuerda a los GTA. Misiones marcadas en el mapa que podemos acometer cuando queramos; unas hacen avanzar la trama principal y otras son simplemente divertimentos pasajeros para conseguir ítems y armas. Sí, ARMAS. Pero esta vez son tirachinas, bombas fétidas, ladrillos, petardos y otras lindezas que no matan, pero aturden y que servirán para acometer objetivos de las misiones. También tiene su argumento, en el que se nos narra las visicitudes de un grupo de futuros psicópatas que desprecian las más elementales normas de convivencia. Lo malo es que la calidad gráfica del juego y la buena recreación de personajes consiguen realmente llegar a asustar. No quisiera yo ser madre del pequeño bastardo de la ceja cortada. Abortaría con efectos retroactivos, desde luego. Parece como si cada uno de los muñequitos estos tuviera vida real. No son robots. Seguro que esos diseñadores de juegos de medio pelo dedican más tiempo a cultivar la inteligencia artificial de sus juegos antes que la suya propia. Diría que hasta llevan una gorrita con una hélice en la parte superior. Una buena carta les hacía yo escribir y no esos diálogos escatológicos y supuestamente graciosos.

También se puede asistir a las clases. Pero no penséis que el juego tiene alguna aspiración docente. Qué va. Las clases son simples minijuegos que nos sirven para conseguir más objetos o aprender nuevas formas de humillar, atacar y ofender. Valga como ejemplo la clase de gimnasia, que sólo sirve para arrear de tollinas a un pobre chaval un poco pasado de peso y con gafas que seguro que ese SÍ que saca buenas notas. Pero unos hostiones espantosos que me recibe. ¿Y a eso le llaman lucha libre? Los juegos de la WWF que he probado (sólo para analizar y escribir cartas) parecían tratados de buenas maneras en comparación a eso. ¡Válgame Dios! Otros minijuegos como el clásico de la mosca esa que debe hacer un dibujo pedacito a pedacito sin que te pille una cosa fea que revolotea por ahí, son algo menos violentos, pero indudablemente bastante más tontos.

Sobre la música, destacar que por lo menos no hay jebi, ni música de negros delincuentes. Un par de melodías de circunstancias y una tipo “Bullitt” cuando nos persigue (y con razón) un enfadado educador.

El mapa es respetable. Dos colegios (femenino y masculino, separados, ¡MENOS MAL!), dormitorios, cafeterías y todos los lugares comunes que se puedan imaginar. Y realmente poblados, pasear por ellos es un contínuo ir y venir entre golpes, insultos y conversaciones groseras. Cuanto talento desaprovechado…

Esto es casi todo lo que he encontrado en Canis Canem Edit. Un profundo agujero negro de perversión. Espero que hayan tomado nota y que retiren el juego de circulación. Y no me infravaloren. ¿Recuerdan el ET de Atari? Pues que sepan que una de mis cartas al presidente Reagan provocó la desaparición del juego de las estanterías. Y no por su calidad, sino por su infame portada de marcado carácter fálico. ¡Eso no era un dedo! ¡Si lo sabré bien yo! Con un marido camionero nadie me tiene que explicar lo que es un dedo. No se pasen de listos o los siguientes que pueden acabar enterrados en el desierto de Arizona pueden ser ustedes. Su juego, quiero decir. O ambos, quién sabe.

Estaré vigilando.

Doña Alfonsa Barriuso
Presidenta de la AMvsVdeB


Estimados señores de Jodeconsolas,

Mi nombre es Roberto Barriuso. Tengo 51 años y un problema con su revista. No sé por qué oscura maniobra parapsicológica todas las Private que guardo bajo la mesa camilla se transmutan en números de su revista. Es factible que se trate de una maniobra publicitaria, pero es que me veo incapaz de inspirarme con dibujos de soldados musculosos y fontaneros bigotudos.

A la espera de sus prontas noticias aprovecho para cagarme cordialmente en su puta madre.

Roberto Barriuso


Reseña Epistolar© es una marca registrada de gamerah.com. No lo intenten en sus casas o tomaremos cartas en el asunto.

(Coaching de mongolos)

¡Arrrrtículos de coña!

3 comentarios

  1. Otro juego en el que también salimos todos es Animal Crossing. Curiosamente también gira en torno a temas de amenaza y extorsión en un entorno supuestamente apacible.

  2. Eran preciosas las ilustraciones
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  3. Lo que dice el de Tomelloso me huele.

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