El otro día Pepe me dio envidia con su Carta de amor al Race Pro. En ella narraba cómo el juego le marcó y le inició en el sim racing, y me recordó que yo también tengo pendiente escribir una de esas. Una carta de amor que lleva pendiente muchos años ya (incluso desde antes de que naciera Gamerah punto com), porque estamos hablando del juego que me introdujo a los cochecitos y carreritas allá por finales del 96. Y no es ni el Virtua Racing, ni el Daytona USA, ni el Sega Rally.
Es el Screamer 2.
Somos afortunados de que exista GOG. Con un mínimo desembolso se pueden conseguir los juegos que te marcaron en la infancia o adolescencia, ya adaptados para funcionar en cualquier plataforma. Una bendición para mi, que solo tengo mac y una prescripción médica que me impide acercarme a cualquier cosa pecera (insertar chiste de calcetines de raquetitas aquí).
Decía, pues, que en GOG Galaxy (el lanzador de juegos de GOG) solo tengo un juego permanentemente instalado, y ese es el Screamer 2, que irónicamente es un juego de PC (insertar chiste de raquetitas de calcetines aquí). De vez en cuando lo enciendo, echo unas carreras y recuerdo tiempos mejores, o que a mi me parecen mejores porque era más joven. Tiempos en los que todos los colores eran saturados. Rojos rojísimos, verdes verdísimos, azules SEGA. Musicote tecno, cada curva es un paisaje inolvidable, helicópteros y tranvías cruzan la pantalla, motores reverberando en túneles. La última vez que lo puse, hace escasos días, solo podía pensar cómo se habían perdido los juegos con estas sensaciones.
Ahora que tenemos los Dirt Rally y el WRC de Codemasters (y los de los otros, Kylotonn, que -blasfemia- no estaban nada mal) podemos disfrutar de sensaciones muy parecidas a las de correr un rally real. Conste: me vuelven loco, son de mis juegos favoritos, muy por encima de cualquier otro género, excepto quizá los marcianitos. Pero cuando pongo el Screamer 2, de repente veo a esos otros fantásticos juegos como simuladores de pasillos estrechos y penalizaciones extremas, donde se premia no la habilidad en el derrape, la trazada y la gestión de la pista sino en hacer caso al copiloto, ir por el centro y no pegártela.
¿Dónde están los juegos de rally de ir de fuera a dentro, de pasar la curva de lado rozando el interior con el morro? ¿Donde están los juegos con paredes sólidas bien delimitadas en las que los roces son recuperables, en vez de cientos de troncos y rocas que te hacen dar mil vueltas de campana al menor desliz? Preguntas como estas pasaban por mi cabeza mientras volaba a través de las primeras pistas del juego, que obviamente me sé de memoria. Inglaterra, Egipto, San Francisco, Finlandia, Suiza… Pistas donde solo controlas el acelerador y el volante, y frenas con el derrape.
Quiero más de esto, y al mismo tiempo sé que son tiempos que no volverán. Ahora los juegos de coches son otra cosa.
Me gusta Screamer 2 porque también es, a su vez, una carta de amor a este concepto de arcade de conducción que ya hemos perdido.
El homenaje de unos italianos, a los que siento muy cercanos (gracias, Antonio Farina, no te conozco pero te aprecio), a los juegos de recreativa que les (y nos) marcaron. Screamer (Ridge Racer) y Screamer 2 (Sega Rally) fueron dos fantásticos (y exitosos) intentos de emular las sensaciones de las recreativas en el PC de casa, algo muy meritorio porque en el 96 el género era muy joven, y porque en PC no existían este tipo de juegos. Mi ordenador, nuevo en aquella época, era un Pentium 133. Que entonces se moviese con suavidad parecía un milagro, y que 28 años después siga aguantando el tipo, es otro.
No hay tantos juegos que pueda poner a la altura del Sega Rally, pero si me preguntáis, el Screamer 2 es el primero que os diría. Tiene su propia personalidad, sobre todo por ser carreras contra otros tres coches, cada uno con una IA que puede cometer errores y responder a la situación de la carrera. Está todo bien pensado, con desbloqueos que se notan como premios más que como obligaciones. Campeonato, arcade, time attack con fantasma y multiplayer, daños en los coches, efectos atmosféricos, coches y pistas secretas… tiene todo lo que se puede desear en un arcade de conducción, y un poco más.
No es perfecto, por supuesto. Colombia y la pista secreta no encajan bien con lo que el juego te ha enseñado el resto de pistas, y se hacen raras. El control de los coches más rápidos es poco intuitivo, quizá. Pero yo le puedo perdonar todo, porque es el juego que me enseñó a conducir en 3D. Aunque sé que objetivamente es algo peor, probablemente lo escogería sobre el Sega Rally si me hiciéseis elegir, porque con el Screamer 2 tengo una larga historia, y con el Sega Rally, algo menos. Solo puedo serle fiel, porque es el juego que elegí, y sé que elegí bien.
Si después de leer todo esto os apetece probarlo, solo quiero que recordéis una cosa: no es el Sega Rally. Es el Screamer 2. Es un juego diferente, y requiere de adaptación. Pero si le dais amor, os dará amor. Como me lo sigue dando a mí, 28 años después.
OK, entiendo que recomendado sin peros! Me lo pillo.
Recomendado sin peros.