Oh sí, las mascotas. Pero, bueno, en realidad no me refiero a esas mascotas. Nunca he tenido perro, ni gato, ni reptil, ni pajarito. Tuve un hámster de pequeño y creo que no me duró ni un mes. ¿Qué cojones sabré yo de mascotas?
Hoy os quiero hablar de las otras mascotas. Ese otro ente, habitualmente animal u objeto antropomorfo, que las marcas diseñan para que vaya donde su logotipo no llega, para que represente su imagen, su esencia, su actitud frente a la vida. O, más bien, la imagen, esencia y actitud frente a la vida que más nos induzca a consumir sus productos.
Quizás no lo recordéis, porque sois demasiado jóvenes para haberlo vivido, demasiado viejos para acordaros, porque quizás sufrís de amnesia traumática específica con todo lo relacionado con mascotas después de que vuestro lindo Golden Retriever fuera atropellado y convertido en relleno para tacos por una cortadora de césped automática (aaah, las mascotas, siempre a tu lado, ese gran amigo), o simplemente porque sois gilipollas. Pero que no lo recordéis no lo hace menos real porque, adivinad qué, no sois el puto centro del mundo.
Mascotas, mascotas everywhere
Quizás no lo recordéis, decía, y vale que ahora parezca algo caduco, hortera, y reservado sólo para las cajas de cereales súper azucarados, pero no hace tanto tiempo tu empresa no valía una mierda si no tenía una mascota que molase.
Una mascota acerca la compañía a la gente, la hace más accesible, más amable. Nos hace simpatizar con el producto y aumenta el valor de la marca. La hace más reconocible, la hace destacar. Establece vínculos afectivos con nosotros. Nuestros hijos quieren camisetas, chapas y gorras con la imagen de ese sapo tan gracioso o ese tigre tan molón. Tú te imaginas que dentro del muñeco hay una tía en pelotas empapada en sudor. Muchas compañías tienen logos magníficamente diseñados, pero no te puedes hacer un selfie con un logo.
Una mascota es diferenciación. Cuando tu producto es un círculo de goma, sin mayor atractivo ni interés por sí mismo más que el ser un recambio de un automóvil sin el cual este no funcionaría, necesitas destacar entre tu competencia. Y si, cuando pensamos en neumáticos, lo primero que se nos viene a la cabeza es un orondo muñecote blanco hecho de ruedas, es que hay una empresa que ha sabido posicionarse en el mercado mejor que las demás, más allá de que su producto pueda ser una mierda. Diferenciación es ventas, y ventas es dinero.
Al lado de Times Square, en New York, hay una tienda de 3 pisos de M&Ms. ¡Tres putos pisos para vender unas bolitas de chocolate barnizadas de colores! ¿Creéis que esto sería posible si no tuvieran una mascota tan profundamente consolidada en el imaginario americano? Muñecos y peluches de todos los tamaños, relojes, pósters, libros, juegos de mesa, tazas, vajillas, dildos… todo lo que se pueda imaginar, con la imagen de esos dos jodidos M&Ms, el amarillo y el rojo, con sus ojitos, bracitos y piernecitas. Tres pisos llenos de esa mierda.
El Coronel Sanders, Chester Cheetah, la Vaca que ríe, ¡el puto Mr. Proper!. El Gigante Verde, el tipejo del Monopoly, Tony el tigre de los Frosties, el Capitán Pescanova… hasta Camel se inventó un camello fumeta para demostrar lo guay que es fumar, una estrategia que vende tabaco a los fumadores de hoy y crea potenciales fumadores en esos niños que ven lo que mola Joe Camel con su gafas de sol y su piti en la boca. Tan miserable como genial.
Naturalmente, el mundo del videojuego se abrazó al mascoteo como borracho a farola. Y siendo el público principal de este el infantil y juvenil, al menos hasta hace unos años, no podía haber pareja mejor avenida.
Los 40 mascotales
Con las únicas excepciones, quizás, de Mickey Mouse y Jesucristo, Mario es la mascota más famosa, reconocible y exitosa del mundo. Es un logro titánico que ha contribuido en convertir a una no-tan-gran empresa japonesa en uno de los líderes mundiales del sector del entretenimiento. Pero no es la única. Desde la abejita de Hudson hasta Reggie Fils-Aimé, hay un gran número de mascotas relacionadas con el mundo del videojuego que han tenido un papel más o menos importante en la popularización del medio y el éxito de las compañías a las que representaban.
Hagamos un rápido recorrido por un número indeterminado de mascotas seleccionadas sin criterio aparente, ordenadas arbitrariamente y realizando categóricas afirmaciones sin ningún estudio o estadística que las corroboren.
5. Crash Bandicoot Nathan Drake (Sony)
Sony es un gigante mundial del entretenimiento. Y no digo que no pueda tener cosas buenas (¿Por qué no? Podría tenerlas. Algún día. Quizás tenga alguna ahora. En fin, nunca lo sabremos), pero la creatividad no es precisamente su mayor virtud. Reutilizó la tipografía de la película de Spiderman para dar imagen a PlayStation y ahí sigue, inmutable, generación tras generación. ¿Qué se puede esperar de una compañía así?
No era de extrañar, por tanto, que no saliera de sus mentes pensantes un muñecote que les sirviera de icono. Así que se servirían del primer bicho medio simpático que protagonizara un juego decente en la plataforma. Y el primero que pasó por allí tuvo la desfortuna de ser el Crash Bandicoot de Naughty Dog.
Crash Bandicoot, el personaje, era un engendro infame, muy en la esencia de PlayStation, y sirvió como cara oficiosa de la marca durante un breve lapso hasta que alguien pensó que para presentarse al baile con esas pintas mejor quedarse en casa.
Recientemente Sony ha querido utilizar la imagen de Nathan Drake, protagonista de una saga de películas lanzadas en sus consolas PlayStation, como emblema de su división de entretenimiento. Las películas están bien, son el típico blockbuster hollywoodiense, aunque no llego a comprender porqué sólo se pueden reproducir en PlayStation. Si las hicieran compatibles con los reproductores DVD estándar, o incluso plantear un estreno en cines, conseguirían llegar a un público más amplio.
Estado actual: uno defenestrado, otro colgando de un risco.
4. Sonic el erizo (Sega)
Aunque quizás esta entrada sea algo oscura para los lectores más jóvenes, Sonic llegó a ser un personaje relativamente conocido a principios de los 90. Un erizo antropomorfo de color azul, con calzado deportivo y guantes, que conectó bien con los niños de la época, probablemente por la falta de criterio de estos.
Para los neófitos vale la pena explicar que Sega es una empresa japonesa fabricante de pachinkos que, a finales de los 80 / principios de los 90 tuvo un flirteo con el entretenimiento doméstico, llegando incluso a sacar varias consolas. Hoy en día aún tiene un pequeño departamento dedicado a desarrollar videojuegos ocasionalmente, con impacto completamente marginal.
Sonic protagonizó unos cuantos videojuegos basados en la velocidad, en los que no se entendía muy bien lo que estaba pasando y en los que simplemente había que correr hacia adelante y darle a un botón para saltar cuando la pantalla dejaba de moverse. La fórmula se agotó pronto y se intentó revivir la saga introduciendo personajes cada vez más absurdos (¿qué cojones es un equidna?) para compensar la falta de carisma del protagonista, al que ni unas bambas nuevas ni una dieta baja en carbohidratos fueron capaces de salvar del ostracismo.
Aquello era un motor que ya no arrancaba y los esfuerzos por reavivarlo hicieron que todos los coches perseguidores adelantaran a Sega por la izquierda y la dejaran completamente fuera de la carrera. Un par de fracasos más y la compañía abandonó el negocio de las consolas y tuvo que ser rescatada por Sammy, fabricante de tragaperras. El personaje cayó en el olvido y hoy sólo sobrevive, desdibujado, en camisetas viejas que treintañeros utilizan como pijama.
Si hay una lección que extraer de aquí es que vuestro padre, como siempre, tenía razón: si Sonic hubiera estudiado, un oficio aunque fuera (fontanero, por ejemplo), en lugar de ser un ni-ni zorroflauta, quizás Sega no hubiera acabado en la mierda más absoluta de la que ya nunca jamás fue capaz de salir. Así que niños: cortaos el pelo y meteos la camisa por dentro si no queréis acabar como Sega.
Estado actual: pinchado.
3. Una X verde (Microsoft)
Una empresa poderosísima como Microsoft nunca cayó en la tentación del mascoteo. Durante décadas se representó mediante una marca tan fuerte como Windows, y ésta con su logo de cuatro cuadraditos simulando una ventana. Era una mierda, pero era su carta de presentación y realmente no le hacía falta más. Cuando decidió meterse en serio en el mundo de los videojuegos, dejó pasar la oportunidad de elegir una cara que le representara. Si los cuadraditos habían funcionado para Windows, ¿para qué reinventar la rueda? ¿Xbox? ¡Pues una X! A la hora de elegir color ya no quedaban muchas opciones: Sega, Nintendo y Sony se habían quedado los mejores y a la marca Xbox no le quedó otra que agenciarse el verde moco.
Descartaron pues el crear un muñecote que les sirviera de portavoz, y el error lo están pagando todavía en Japón, territorio donde se hace imprescindible un personaje cabezón de ojos grandes que les convenza de que deben comprar un artículo de su marca, sea un videojuego, un refresco o un artículo de higiene íntima femenina. Allí la marca Xbox tiene menos credibilidad que las Artesancis de Lays.
Lo más sangrante es que el personaje perfecto lo tenían en casa. La mascota ideal. Con un diseño sencillo, familiar y atemporal, un gran carisma y una personalidad arrolladora. Jamás le dieron la oportunidad de lucirse en un videojuego propio, pero si hubiera protagonizado un plataformas medianamente decente, su carisma se hubiera metido al mundo gamer en el bolsillo y se hubiera autoproclamado punta de lanza de la consola del gigante de Redmond.
Pero no lo creyeron necesario. No es que les haya ido del todo mal, pero uno no puede evitar preguntarse ¿qué hubiera sido de Xbox si hubiera tenido a Clippy de imagen corporativa? ¿Habría barrido a la PlayStation de Sony y hubiera monopolizado el mercado consolero? ¿Podríamos haber visto una entrega de Halo protagonizada por Clippy? ¿Un Clippy All Star Racing? Uno sólo puede imaginarlo.
Estado actual: no nato.
4. Pac-Man (Namco)
Nadie que pretenda mantener su credibilidad discutiría la genialidad y la importancia de Pac-Man en el mundo del entretenimiento electrónico. Pero ojo, Pac-Man, el videojuego. Pac-Man, el personaje, sin embargo, es otra cosa. ¿Qué otra cosa? Una puta mierda, esa cosa.
Una redonda. Una jodida redonda con un triangulo ausente, como una pizza a la que ya le han metido mano, que se abre y cierra simulando una boca. Y ya está. Ni un mísero ojo tenía. ¿Pero qué mierda es esta? ¿Qué carisma, qué personalidad va a tener una redonda sin ojos? Que un ojo es un pixel, joder, ¿por qué no le pusieron un triste ojo? ¡Hasta los fantasmas tenían ojos! Hay que ser muy miserable para no gastar (¡invertir!) un puto pixel en un ojo para tu protagonista.
No es extraño que Namco tuviera interés en que se relacionase su nombre con uno de los videojuegos por excelencia, pero en algún momento incluso ellos se dieron cuenta de lo pobre que es tener una redonda por mascota y le aplicaron el rediseño antropomórfico estándar: Ojos, guantes y bambas.
Un mensaje para los directivos de Namco que nos estén leyendo: sigue siendo una puta mierda.
Estado actual: irrelevante.
5. Sparkster (Konami)
Konami se hizo un nombre para sí misma durante finales de los 80 (ochenta) y principios de los noventa (90) sacando un buen puñado de arcades excelsos. ¿El problema? Sus grandes éxitos tiraban siempre de franquicias ajenas (Las Adolescentes y Mutantes Tortugas Ninja (heroicas o no, dependiendo del territorio), Los Simpson, Bucky O’Hare) y nunca consiguieron producir un personaje propio con suficiente carisma para quedarse.
En la época de los 16 bits hicieron una intentona con Sparkster, que protagonizó Rocket Knight Adventures en Megadrive y un juego homónimo en Super Nintendo. Se trataba de una zarigüeya vestida como un caballero medieval, con una fidelidad asombrosa a los documentos que se guardan de la época, a excepción quizás del jet pack propulsor en la espalda.
No cuajó. Los juegos estaban muy bien, y el personaje era majete pero la cosa no acabó de funcionar. Nunca supe explicarme el porqué de este fracaso, pero escribiendo esto acabo de descubrir, gracias a Microsoft Word, que zarigüeya se escribe con y griega y no con elle. Y quizás detrás de esto, realmente, se encuentre el motivo. Aunque seguramente no.
Años después, Konami también se desharía de las dos rayitas naranja y rosa que habían servido de logo y preámbulo de tantos grandes juegos, mandando a la mierda lo poco que le quedaba de compañía mítica y transformándose en mera cadena de montaje de PES.
Estado actual: atropellado por un autobús.
6. Abejita (Hudson Soft)
Nunca tuvo juego propio. Ni siquiera le dieron la oportunidad de demostrarles que estaban equivocados. Todo era Bomberman, Bomberman, Bomberman…
¿Dónde está vuestro Bomberman ahora, eh?
Estado actual: Muerta la abeja se acabó el bombardero.
6. Sheriff Johnson (Capcom)
Ahora quizás sea algo difícil de imaginar, pero Capcom no tenía puestas muchas esperanzas en Megaman en sus inicios. De hecho, durante los primeros años de vida de la creación de Inafune, Capcom promovió internamente un personaje llamado Sheriff Johnson, del que se hizo un arcade run’n’gun pensado para competir con Sunset Riders de Konami. Este juego fue acogido de forma muy tibia, y la placa tuvo unos problemas de fabricación que limitaron mucho la distribución. Esto, junto con la ascendente fama de Megaman, hizo que Capcom acabara abandonando al personaje.
Sin embargo, el Sheriff Johnson siempre fue un personaje muy querido en las oficinas de Capcom, e incluso un sector de la compañía (mayoritariamente femenino, y algunos hombres muy extravagantes) siempre abogó por él incluso después de que Megaman y Ryu fueran ya estrellas a nivel internacional. Esta reivindicación fue menguando a medida que el Blue Bomber fue acumulando entregas en NES y SNES. Eventualmente, incluso el peso del propio Megaman como portavoz de Capcom se fue apagando, especialmente con la entrada del nuevo milenio y el desgaste de la saga.
Estado actual: Flácido.
1. Mario (Humanidad)
Mario representa todo lo que es bueno y puro. La heroicidad, la generosidad, el amor platónico. La ingenuidad, la amistad, la bondad. Mario es una mascota perfecta, la clase de mascota que llevarías a tu casa y presentarías a tus padres. Mario es un amigo fiel, un profesional en su oficio y un amante exquisito. Y un tipo que sabe disfrutar de la vida.
Pisar tortugas, por ejemplo. ¿Quién no disfruta como un niño al pisar una tortuga? Ese placer de oír como se resquebraja el caparazón y todo tu peso actúa directamente sobre los órganos internos del quelonio, mientras notas como revientan y saboreas esos momentos de hemorragia interna que preceden a la explosión de sangre por diferentes orificios. Esa satisfacción está perfectamente capturada en la saga principal, y aumentada en el spin off Mario Tennis, donde le puedes romper la cara a la tortuga de un raquetazo.
No hay momento de la vida que no se pueda resumir con una cita de Mario (“let’s a go”, “ya-hoo”, “let’s a play” o “mamma mia”), ni día demasiado putamierdesco que no pueda mejorar tarareando la música del World 1-1.
Esta mascota es un regalo que Dios ha puesto en la Tierra para nosotros, los humanos. Ya lo hizo una vez con Yisus Kraist y le salió rana, pero esta vez ha conseguido la mascota definitiva y la ha puesto en manos de la buena gente de Nintendo para que dirijan a la humanidad hacia una nueva era. Let’s a pray!
Estado actual: GOTYs, parques de atracciones, películas de animación, apariciones en galletas Tostarica y botes de Nocilla, billones en merchandising. Top of the world, baby.
La verdadera identidad de las Lays artesancis me ha abierto los ojos, aprender a desconfiar. Cualquiera te puede traicionar en cualquier momento.