Es todo un honor poder reseñar el juego más importante de la Nintendo Switch en esta santa casa, que como sabéis es muy nintendera. Muy agradecido a mis compañeros por confiar en mí para esta tarea y no patalear cuando estuve más rápido que nadie y dije “¡me lo pido!» en el foro secreto. Siempre he sido un fan de Mario. De algún Mario.
No negaré que me abruma la responsabilidad y me genera dudas sobre cómo enfocar tan delicada tarea. Mi primera idea fue darle un trasfondo histórico a la saga, basándome en el manual del Doctor en psiquiatría forense por la universidad de Green Zone, Aristóteles Robotnik, Nintendo frente a la oligofrenia (Alfaguara, 2002), que trata sobre como el mongolismo está muy presente en las obras y diferentes aspectos relacionados con Nintendo.
Dicha oligofrenia salta a la vista por sus protagonistas. Si bien podríamos referirnos a varios, por ejemplo Yoshi que siempre está, con perdón, comiendo huevos, nos centraremos en sus dos figuras principales, Link y Mario. Incapaces de cualquier tipo de interacción social (es un poco osado aventurarse sin su historial clínico, pero yo diría que sufren de algún tipo de Asperger) Link y Mario representan esa oligofrenia con la que se pueden ver reflejados muchos de sus fans. Pero hay que tener en cuenta que ese trastorno no se limita únicamente a sus dificultades para la interacción social, sino también a sus disfuncionalidades objetivas, repitiendo los mismo patrones de conducta juego tras juego y sin ningún tipo de capacidad de aprendizaje. Uno diría que cuando llevas una decena de juegos enfrentándote al mismo enemigo, representación de todo mal, es el momento de entender que algo falla en nuestra mecánica de actuación y que no puede ser que, juego tras juego, Bowser o Ganon sigan vivos y amenazando la paz de Hyrule y del Reino Champiñón. Pero no, Link y Mario, corroborando la teoría de Doc Robotnik, se muestran inútiles a la hora de cumplir los objetivos recomendados, resultando esto en una gran frustración para los habitantes de su reino. Obviamente no son los héroes adecuados, y si ellos no son capaces de cambiar de enemigos quizás sea el momento de cambiar de héroes. Pero tampoco los habitantes de los mágicos reinos de Nintendo son capaces de recurrir a otros héroes más que los sobradamente conocidos por su historial de fracasos para erradicar el Mal. Lo cual lleva al Doctor Robotnik a concluir que en esos reinos la oligofrenia no es algo exclusivo de Mario y Link.
Asímismo, el público objetivo de Nintendo padece esta oligofrenia, pues aunque se quejan y maldicen esa repetición, siguen acudiendo en masa cual rebaño fiel a cada juego que aparece, cuyas novedades suelen ser bastante inexistentes. Quizás en parte porque, aunque son conscientes de la tristeza de la situación, no pueden dejar de empatizar con esa fiel representación digital de lo que son ellos mismos, Nintendo para los nintenderos, llevándonos a una espiral de condescendencia y endogamia de la que parece difícil salir. Como muestra un botón. Como sabréis, nuestra página es eminentemente nintendera y durante el proceso de testeo de esta reseña he recibido feroces críticas por parte de este sector en referencia a que hago intolerables spoilers del juego. Resulta muy sorprendente dicha crítica ya que la trama de los juegos de nintendo suele ir en consonancia con la inteligencia de sus potenciales compradores. Si bien es cierto que esta Odisea de Mario puede tener una lectura entre líneas muy oscura dudo mucho que cualquier nintendero al azar sea capaz de apreciarla. Porque haciendo honor al título del ensayo del Doctor Robotnik, en los juegos de Nintendo todo se reduce a que el héroe salve a la princesa. Los problemas pueden venir por dilucidar quien es la princesa, si es Peach, Toad, Luigi, Mario o si, como en los juegos infantiles, hacemos que todos sean princesas para que nadie se enfade. Así que nintenderos, podéis estar tranquilos. No os voy a desvelar quién o quiénes son la princesa.
Por último, no es baladí el uso del vocablo «frente» en el manual del Doctor. No se trata de «Nintendo y la oligofrenia» sino de «Nintendo frente a la oligofrenia». Y es que en Nintendo saben muy bien lo que hacen. Pueden padecer dicho trastorno sus juegos, personajes y clientes, pero no Nintendo. Es más, Nintendo es muy consciente de ello, creando una alegoría de poder e inmortalidad tanto en sus personajes como para sí misma, ya que Ganon es Nintendo y Bowser es Nintendo y da igual lo que hagas, da igual las estrellas que recojas y las espadas maestras que blandas: Nintendo siempre estará ahí. No importan las otras compañías, no importan los consumidores, no importa lo mongolo que sea el mundo. Es Nintendo frente al mundo. Y siempre gana Nintendo. Estuvo en el Principio y estará en el Final.
Desafortunadamente, y pese a que me parecen unas ideas sumamente interesantes de explorar, reconozco que no me veo capaz debido a mi falta de conocimientos sobre el nintenderismo. Son 30 años y yo apenas he jugado a un Mario desde el Mario Bros, así que debo decidirme por usar una vía menos ambiciosa, que va a ser reseñar el juego que he jugado tal cual. Mis disculpas.
La odisea de Mario
Entrando en materia, lo primero que me ha llamado la atención es darme cuenta de mi ignorancia sobre lo que es un juego de Nintendo. Allá donde esperaba ver un juego infantil, ligero y entretenido me encuentro un juego adulto, oscuro, en ocasiones cruel y sumamente complejo.
Todo empieza con un claro homenaje a El Graduado (Mike Nichols, 1967) en el que Mario, interpretando el papel de Dustin Hoffman (aunque en ocasiones su interpretación recuerde más a la oscarizada por Rain Man), se presenta en la boda de Peach y Bowser para boicotearla. Tras una serie de dramáticos sucesos Mario se ve obligado a iniciar un peregrinaje hasta volver a encontrar a su media naranja.
Con este fin Mario encomendará su alma al Maligno, que nos dará la facultad de poseer a enemigos del juego y así aprovechar sus habilidades para superar los diferentes retos que nos va planteando el mapeado, que principalmente va de encontrar energilunas, una suerte de milonga que nos servirá para que nuestro barco espacial pueda surcar los cielos. Todo esto con un buen y preciso control, un apartado técnico notable y una jugabilidad muy equilibrada con una curva de aprendizaje ideal.
Bonito, ¿verdad? No obstante, aquí subyace el verdadero drama de la Odisea de Mario. Aparte de lo terrorífico del argumento, esperemos que si hay una segunda parte la protagonice el padre Karras y se dedique a dar caza a Mario, la realidad es que nos encontramos ante un invasor, una suerte de plaga de langostas que arrasa con su nave voladora pacíficos hábitats poblados por especies autóctonas. A esas especies o bien las posee, penetra y fuerza con su poderoso control mental, o bien las extermina con violencia extrema. Es una tragedia ver cómo especímenes actúan contra su voluntad y exterminan miembros de su misma especie, o como Mario deja un reguero de lágrimas y destrucción allá por donde pasa, solo para extraer los recursos minerales de las zonas que visita. Como si de Hernán Cortés se tratara, se dedica a hacer genocidio tras genocidio en las numerosas áreas que visitaremos. Tal fue mi sorpresa ante el grado de violencia y crueldad que muestra el juego que cogí la caja del juego para ver si era para mayores de 18 años, pero descubrí que estaba calificado para todos los públicos. Perplejo me hallo aún ante una demostración más del alcance del poder de Nintendo en las instituciones públicas. ¿Por qué Mario, el afable fontanero italiano, se comporta así? ¿Qué motiva a un Mario cegado por la ira a exterminar especie tras especie? Incluso a pesar de que no es necesario consumir todos los recursos minerales de cada área para que nuestro barco funcione y navegar hacia otro escenario, el propio juego nos anima a revisitar esas áreas y exprimir todos sus recursos hasta convertirlas en un páramo desértico. Mario no hace prisioneros ni deja sitio a la esperanza.
Pero la indecencia del juego no se limita solo a esto, ya que La odisea de Mario tiene sobrados desnudos que no lo hacen adecuado para menores. También nos hace preguntarnos cómo es posible que Mario tenga un fondo de armario infinitamente superior al de Peach, que nunca se cambia de ropa. Y por qué Mario se cambia dentro de un armario.
Todo esto nos lleva a la siguiente conclusión: Mario no va a impedir la boda de Bowser con Peach. Mario va a impedir la boda de Peach con Bowser. Porque a quien ama y a quien, como el juego demostrará, quiere poseer, penetrar y dominar no es a Peach. Es a Bowser. Porque cada juego de Mario es una carta de amor de Mario a Bowser, un amor desesperado y no correspondido. Ya que, y aquí reside el gran secreto de los Mario Bros, Mario es el alter ego de Miyamoto y Bowser el alter ego de Yamauchi. Una triste historia de amor no correspondido, y que bajo la supervisión de Yamauchi nos dejará un claro mensaje: más allá de la vida y de la muerte, Yama, como Nintendo, es eterno y siempre estará ahí. Da igual las veces que Miyamoto intente huir de su amor matando a Bowser. Está metáfora resulta tremendamente obvia cuando ves la fortaleza de Bowser en el juego, un castillo feudal japones que nada sobre un mar de lava. Estáis en lo correcto: ¡es la viva imagen de la residencia de Yamauchi en Kyoto!
Resulta todo tan cruel, que el mensaje que al final sobresale cuando terminas el juego es el de la violencia machista proveniente de un hetero patriarcado inmisericorde. Mario ama a Bowser pero Bowser le rechaza y se quiere casar con Peach. Mario le persigue de país en país hasta que lo encuentra y lo mata a golpes. O serás mío o no serás de nadie. Incluso yendo más allá al poseer y luego asesinar a Bowser, descubrimos que Peach ha desaparecido de su castillo, ha cogido las maletas y ha huido sin decir a nadie dónde. Mario sale en su búsqueda. Esa parte del juego no la he terminado pero puedo aventurar que no va a acabar bien para la mujer que le robó Bowser a Mario. Dios tenga piedad de su alma.
Poco más puedo añadir. La Odisea de Mario es un juego muy divertido que sublima los aspectos más importantes de un plataformas 3D, pero a su vez es un juego que esconde un mensaje de dolor, violencia, crueldad y amor más allá de la muerte. Demasiado osado en algunos aspectos, no puedo sino censurarlo para menores de 25 años. Para el resto, podréis disfrutar de uno de los juegos del año.
BRAVO
El próxima Mario lo editará EA. Anual, con micropagos. Ya estamos más cerca...