Rico, guapo, con gancho (nota del editor: badumchasss) y loco por reconquistar un pequeño país Mediterráneo arrasando con todo. Le da igual que el populacho esté contento bajo el yugo de la dictadura, le educaron para aplastar rojos y eso es lo que ha venido a hacer.
Aunque lo justo sería decir que es solo un esbirro de una poderosa e insaciable organización gubernamental, no es menos cierto que su carisma, energía y predisposición logran casi desde el minuto uno empequeñecer al monstruo que le da cobijo desde las sombras.
Da igual cual sea la adversidad. Da igual si le superan en número. Es el hombre que mueve los hilos. Y si hay acción… siempre, siempre, parece ser el que está mejor colocado.
¿Pero que cojones vas a reseñar, Kete? ¿La biografía de Albert Rivera?
¡¡SHHHCHSSST!! ¡¡SILENCIO!! Esto es… Just Cause 3.
Los Just Cause siempre me han llamado la atención. Mucho.
No sé si os ocurre a vosotros, pero a mi me pasa. Puedo jugar la mierda mas infumable que encuentre por ahí mientras tenga un mapa tocho.
Por ver mapas enteros me he comido cosas tan anodinas como el FUEL, el The Crew o el mismísimo Forza Horizon, aunque también es cierto que por el mero hecho de recorrer he descubierto joyas como el Mad Max, el Paquí Pallá de Juan Camus o el American Dominguer Simulator.
Son juegos que me tienen muy engorilao mientras los recorro. Me pongo muy cansino con los colegas hasta el punto de hacerme pensar (y decir) que estamos ante el mejor juego y bla bla bla…, pero la realidad es que en cuanto he terminado por recorrer todo lo recorrible me entra un bajón tremendo y los acabo por matar sin llegar al 30% del modo historia. Es como cuando abren una tienda de chinos en el barrio, me gusta verlas enteras aunque al final me acabe llevando el mechero y el rollo de celo.
Todos estos jueguicos de mapas exageraos suelen ser sandbox disfrazados de cualquier otra cosa. Normalmente se disfrazan de sandbox mismamente, o de juego de coches. De nintenderadas con julandrones de prota no puedo hablar porque me las tiene prohibidas el médico, pero del resto todos, sin excepción, deben superar las 3 muertes del sandbox para acabar teniendo un huequito en esta piedra que llevo por corazón.
A saber:
– Explorar el mapa completo: Si eres un mapa soso estás muerto. En caso contrario… vale, te he explorado. Que sepas que estás muerto en una tercera parte. Eres carne de estantería. Veamos que tal lo llevas con…
– La historia: Dime algo, va. Cuéntame algo que me interese peeeeero… ni se te ocurra darme la chapa con las cinemáticas. Y sobre todo…
– Mantente vivo: Eres un mundo, en un mundo vive gente, pasan cosas… quiero la suficiente mandanga random ahí en medio como para no sentirme engañado.
Just Cause de PS2 murió a la primera. El mapa era tremendamente grande. Impresionante.
Pero nunca llegué a verlo entero por la simple razón de que el 99,99% era selva. Y cuando llevas unos días recorriendo selva de 32 bits en paracaídas acabas un poco hasta los huevos de tanto verde sin más. No pude. No pasó el primer corte.
Después de un par de GTAs era difícil que JC entrara por los ojos. En JC todo era grande y vacío a la vez… ¡pero eh! Llevabas un gancho y un paracaídas para ir volando de aquí para allá, y aunque los controles no estaban muy pulidos la cosa quedaba resultona. No diré que me aburrí durante las 10 o 15 horas que le metí, pero tampoco os quiero mentir: al sacar ese princo de la bandeja tenía muy claro que no iba a volver a ver a Rico Rodríguez en mi vida.
Y pasó el tiempo, con Loli y despacito, pero pasó. El tiempo nos trajo la 360. Y un buen día tuve que verme en la tesitura de vivir en mis carnes el hype mas desmesurado que recuerdo tras ver un trailer de Just Cause 2.
¡Ay mi madre! Pero… ¿quién es ese hombretón de torso apolineo y pelo en pecho que no hace más que reventar cosas enormes de 3 en 3 bajo el cielo de color azul mas seguero que he visto en mi vida?
Y lo más importante: ¿porqué maltrata así a esos pobres soldados, de mil maneras que ni se me habían pasado por la cabeza hasta ayer? JC2 supuso una experiencia liberadora tras mis anteriores sandbox, todos de corte más o menos realista.
La sexta generación le daba un empaque tremendo a la cosa. El mapa seguía siendo enorme y estaba salpicado de infinidad de puntos calientes donde explotar cosas a lo loco. El gancho ofrecía muchas más posibilidades que en la primera entrega, había infinidad de vehículos disponibles, los soldaditos enemigos se convertían en tus perras a poco que dominaras, y entre potencia gráfica y paleta de colores el juego conseguía un resultado acogedor a la vista del mongolo.
No me preguntéis de qué iba la historia porque no lo sé. Tardé 4 años en terminar el juego, básicamente por dos cuestiones. La primera es que los yayorratas de verdad no utilizamos nunca el viaje rápido entre puntos. No es por cuestión de principios ni nada de eso, pero si un juego de mundo abierto no es capaz de mantener un mínimo interés mientras viajas de A a B no merece ni que lo saques de su caja. La segunda es que la historia no me interesaba para nada.
Para mi, la gran virtud de JC2 estriba en que era un juego de historia en el que no me importaba en absoluto lo que me estaban contando. Y eso lo convertía en el videojuego más divertido que tuve el placer de jugar en la antigua generación.
JC2 fue para mi lo que el buscaminas, el Tetris o cualquier matamarcianos acaba siendo para otros tantos. Un videojuego simple y directo, en el que no tienes que calentarte la cabeza con argumentos ni historias y que simplemente te ofrece lo que estás buscando, desde el momento en que lo enciendes hasta que lo apagas.
La diferencia radicaba en que lo que me gustaba de él no era disparar con una nave o acumular piezas para formar lineas, sino arrasar poblados y bases militares desde tierra, mar o aire, sin sigilo, sistema de coberturas, limitaciones o prejuicios que enturbiaran la experiencia.
Una vez comprendida la naturaleza del juego, no recuerdo un solo día en el que encendiera la consola para jugar a JC2. Pero guardo en mi memoria con cariño y gratitud la infinidad de veces que tras jugar al FIFA, a los coches o a cualquier juego de historia interesante terminaba alargando la velada hasta horas intempestivas con mi amigo Rico sembrando el CAOS en Panau.
¿Que le faltó a JC2 para engancharme?
La historia y el mundo vivo. De las tres muertes que, para mi, condenan a un sandbox, JC2 murió en dos de ellas, y aún así lo considero una joyita que recordaré para siempre. Conclusión: no tengo inconveniente alguno en cambiar mis principios cuando hay suficiente napalm.
Y llegamos a JC3.
Antes de empezar con el análisis debo poneros en situación. No he comprado JC3 ni pensaba hacerlo de lanzamiento. Era el típico juego que un día iba a conseguir de rebajas, aprovechando alguna oferta de estas que hacen en la PS4 cada dos por tres. A decir verdad, tenía muy buen recuerdo de su anterior entrega y no estaba muy seguro de que la nueva fórmula fuera a mejorar la experiencia. Si hubiera tenido que apostar mi dinero me hubiera decantado por que el resultado sería más o menos el mismo, con una moderada mejora en lo técnico, con una inexplicable falta de personalidad y con un consiguiente nulo interés por mi parte (¿eh, Fallout 4?).
Así que no lo compré.
Peeeeeeero Sony lo regaló hace unos meses con la suscripción del Plus, así que lo tengo. Quiero dejar claro que nunca he sido corporativista con lo que respecta a jueguicos ni consolas, y que cuando Jan y el Gordo se emborrachan en la cena de Navidad y se levantan para agarrarse de la solapa, yo nunca los jaleo ni me posiciono como hacen los demás. Ni siquiera ayudo a apartar mesas, y os juro que si esta vez terminé apostando fue porque iba muy borracho y pensaba que Haru estaba recogiendo la pasta para la porra del Clásico.
Yo soy más de aprovechar la coyuntura para arramblar con los langostinos, y levanto el puño con expresión airada si alguien desvía su atención de los contendientes. No me veréis metido en jaleos de estos, no. Me parece absurdo a estas alturas discutir con un nintendero.
Así que, sin ánimo de ofender ni de posicionarme con nadie, lo digo. A mi esto que hace Sony de alquilarte jueguicos por el mismo precio irrisorio que te cobra por mongolear con tus amigos todo el año, me parece el mejor invento desde que enchufé mi primera consola. No me apetece ni piratear. Pero no la PS4, no. Es que ni siquiera la NDS. Es pensar en lo que me ahorro jugando y me entra un subidón que hasta metería dinero en preferentes.
Ahora, eso sí, también os digo una cosa. Menudo montón de mierda es el servicio online que te da Sony con sus dashboards colgados cada 2×3, o con esas charlas en grupo donde hay más eco que en el ano de Cubitorah. Menudo montón de mierda, señores de Sony. Ni mirar tu lista de amigos te deja cuando se pone tonto.
Y como lo siento lo digo: Menudo montón de mierda, Sony. ¡Que yo no me caso con nadie!
Para que veáis que si no hay suficiente napalm soy un tipo de principios.
Pero bueno…a lo que íbamos.
JC3 me está encantando. Me he terminado ya la historia y estoy jugando los DLC’s. Y lo estoy haciendo del tirón. Debo llevar con el juego 4 o 5 meses (no recuerdo cuando lo regalaron) y ya he terminado con el periplo de Rico por Medici.
Esto viniendo de mi es todo un logro, os lo juro. Le he echado más horas que un tonto, y todas y cada una de ellas las disfrutado como un enano. Me da igual que JC3 sea repetitivo a más no poder. Es hijo de su padre y nieto de su abuelo, ¿de quién sino iba a sacar ese hoyuelo en medio de la barbilla que parece creado por un hongo nuclear?
Supongo que estaréis pensando que si JC3 ha terminado por cautivarme es porque ha superado holgadamente las 3 muertes del sandbox que antes os detallaba, ¿no?
Pues no.
Y aquí es donde mis principios y el napalm vuelven a chocar frontalmente. A estas alturas ya debéis saber quien gana.
Por partes.
¿El mapa? No es mejor que el de JC2. Aquel era más variado. Tenías selva, alta montaña, costa, pueblecitos, emplazamientos militares de todo tipo, y diversas ciudades que pasarían por barrios de cualquier urbe diseñada por Rockstar. Aquí tienes costa mediterránea a cascoporro, y con respecto al resto la diferencia mas destacable es que hay una sola ciudad. Quizás algo mejor diseñada que en JC2, pero muy poquito. Al final la mayor contradicción de JC3 es que el mapa no está mal del todo, pero tampoco es como para tirar cohetes.
¿La historia? Tampoco. Sé de que va la cosa porque le he dado una continuidad, pero desde luego que no me ha interesado lo más mínimo. Chico conoce a dictador. Dictador se pone farruco. Chico mata a dictador. FIN.
¿El mundo está vivo? Psé…
Vamos a ver. Es que JC2 estaba muy muerto. Estabas jodidamente solo entre pueblo y pueblo. Aquí hay más carreterita comarcal con sus cochecitos de mierda parriba y pabajo, salpicados de vez en cuando con alguna secundaria tonta a la que no le haces caso más que la primera vez para ver que es. Y patrullas. Y puestos de vigilancia por todo el mapa para que tengas algo que explote entre punto y punto. Pero nada espectacular tampoco.
¿Entonces… cuáles son las razones? Veamos…
El traje aéreo
La saga JC siempre había tenido un sistema de desplazamiento curioso. Lo del gancho y el paraca era muy tosco en JC, y es justo decir que en JC2 alcanzó un nivel más que aceptable, casi sobresaliente diria yo, únicamente lastrado por las evidentes carencias de movilidad del medio una vez lo tienes desplegado en el aire. Aún así resultaba placentero, a la vez que eficiente en espacios cortos.
La novedad que incluye JC3 transforma por completo la experiencia, extrapolando esa movilidad de espacios cortos a distancias mucho más largas.
Eso es bien. Creedme. Y hace que un buen día te sorprendas cagándote en todo lo cagable cuando el GTA Online te respawnea en medio de la puta nada.
Da mucho gustito llegar a dominarlo y se pueden llegar a hacer maniobras realmente espectaculares. Además Rico tiene la cocorota bien dura, por lo que si en algún momento te comes el suelo no pasa nada siempre que no aterrices entre un destacamento enemigo.
Esto al final es un comehoras, porque a la que te descuidas lo más mínimo te has tirado la tarde probando una y otra vez la misma tonterida a ver si te sale ya de una puñetera vez, el perro se ha meado en el sofá y tu mujer te ha abandonado dejando una nota pegada a la nevera.
Por si fuera poco, en uno de los DLC han metido un jetpack para que ni siquiera necesites un punto de anclaje y puedas moverte a tus anchas por toda la isla. Y como al zumbao de la oficina se le antojaba que la cosa todavía quedaba un tanto escasa, han decidido que el cacharro venga equipado con la metralleta mas hijadeputa del juego y con unos buenos misiles para sembrar el caos. Todo muy correcto.
El gancho
Al gancho le han dado una vuelta de tuerca con la posibilidad de atar cosas entre ellas y retrotraerlas entre sí.
Independientemente de las horas que te puedes pasar con la cosa de ver quién gana entre un par de objetos grandotes una vez los enganchas y dejas actuar a las leyes de la física, JC3 te permite hacer cosas como estas de aquí.
Además se han tomado muy en serio esto de la retracción, y la cantidad de objetos a los que puedes anclar el gancho es sorprendente. Es algo de lo que no te sueles dar cuenta porque la propia acción del juego no te deja prácticamente parar.
Pero es una gozada subirse a un tejado en medio de la plaza del pueblo y empezar a jugar con el mobiliario urbano, los aparatos de aire acondicionado colgados en las fachadas o los carteles de los comercios.
Cualquier elemento es susceptible de ser colgado en la chepa de un inocente transeúnte, y resulta conmovedor ver como intentan escapar a su destino, más sorprendidos que doloridos por la herida abierta por el gancho. ¡Y cuando atas a dos entre sí es la monda!
Y luego están las cabras claro, que siempre vienen bien para practicar.
Los desplazamientos
Representan el gran avance de JC3 con respecto a sus predecesores, y la razón principal por la que no he dejado el juego colgado como hice con el anterior. Y es que no se hacen pesados.
La combinación de gancho + paracaídas + traje aéreo resulta tan placentera que no te importa tener que recorrer 3 ó 4 kilómetros hasta la próxima misión. Aún así, sigues teniendo infinidad de vehículos convencionales, como los típicos coches y motos de cualquier sandbox, más una enorme variedad de vehículos armados por si alguna patrulla se te pone flamenca por el camino.
La conducción de los vehículos es muy cutre en la mayoría de los casos, aunque es de justicia decir que hay un mundo entre la divertidísima locura que supone pilotar un fórmula 1 (sí, los hay) y lo sumamente patético que resulta hacerlo con una moto.
Es increíble, no he visto un despropósito tal en la vida. Es peor que el Driveclub de motos, y es que no hay manera humana de enlazar dos curvas sin salirte y comerte un árbol. Tuvieron que llamar al puto Sete Gibernau para que les ayudara porque era jodidamente difícil hacerlo tan mal como pretendían.
El mapa está repleto de time-trials de todo tipo para que batas tus tiempos y los de tus amigos por tierra, mar y aire en mogollón de pruebas, y además hay una docena de trenes que circulan por la isla cargaditos de material militar importante que son divertidísimos de abordar, ya sea para llevarte la carga o para hacerlos descarrilar de la forma mas golosa que se te ocurra.
El napalm
No hay sensación que iguale lo que sientes el dia que te compras una consola nueva. Te levantas temprano, te duchas y desayunas fuerte, porque sabes que va a ser una mañana larga y que te va a tocar volver a casa cargando a mano un paquete pesado.
Te acercas al Corte Inglés mas cercano, subes a la planta de videojuegos y localizas al vendedor. Da igual que en su chapita ponga Sr. Vicente y que tenga aspecto de haber llegado directamente de los años 50, porque tú sabes que él es el hombre que controla de videojuegos y eso te basta. Así que tras cinco minutos de amable charla, cierras la operación comercial con un apretón de manos y te marchas a tu casa seguro de una cosa: le acabas de comprar el último grito en tecnología para el entretenimiento a personal sobradamente cualificado, y todo esto en el establecimiento más prestigioso de la ciudad en cuanto a política de garantías.
Y es por esa razón que cada vez que observas como tu Play pasa de 60 frames a 15 mientras reproduce un videojuego, te cagas en todo lo cagable y te entra una mala hostia que no es ni medio normal.
Porque los juegos rascan. A veces no, pero otras sí. Y cuando rascan, rascan mucho. Incluso si has sido uno de esos que se ha comprado la PS4 Pro porque aunque no me compre la tele de 4000 pavos funciona todo mucho mejor. Acéptalo amigo, los juegos rascan en tu consola.
Y en eso JC3 es el rey. Pero ojo, con matices.
Partamos de la base en que un servidor tiene el ojo vago para esto del framerate. Nunca he sabido ver la diferencia entre 30 y 60 imágenes por segundo, y eso es algo que puedo extrapolar a mogollón de productos que consumo. Digamos que no soy de morro fino, mira.
Sin embargo, soy capaz de ver cuando JC3 petardea, cosa que no ocurre muchas veces, pero sí de manera reseñable.
Pero hay una cuestión al respecto que me parece muy interesante como jugador. Y es que sé cuando va a suceder, porque lo provoco yo.
Hay muchas maneras de provocar explosiones gordotas, a mi personalmente me gustan las bombonas de butano gigantes y redondas. Prenden de fábula. Seguro que habréis visto muchas si vivís cerca de algún puerto industrial, o por la tele más de una vez. Son esas de tamaño cojonazos de Cubitorah que tienen escalerillas para subir arriba y plataformas en la parte superior.
Da igual, la cuestión es que si te lo curras, eres capaz de provocar una explosión como dios manda y consigues sobrevolarla con tu paracaídas, aquello empieza a caer de frames de manera espectacular.
No he encontrado video que plasme el momento en si, pero para que me entendáis se trata de sobrevolar un zapatiesto de estas proporciones.
En ese momento eres dios porque sabes que eso lo has hecho tú. Y que ni todos los diseñadores de sistemas, ni todos los desarrolladores de videojuegos, ni todos los Sres. Vicente del Corte Inglés del mundo te quieran vender milongas, porque cuando tú te lo propones aquello petardea más que una peli de Tim Burton.
Los mechas
Lo saben los de Avalanche Studios y lo sabe el peluquero de Cristiano. Si quieres darle un empujoncito a la cosa, métele mechas. Pero ojo con darle un empujoncito a Cristiano que ya sabemos lo que pasa.
Se lo han currado con los mechas, la verdad. Disparas, saltas, aplastas cosas y pegas puñetazos que mandan las cosas muy lejos. Además tienes una especie de fuerza rollo Darth Vader que te permite coger las cosas a distancia y lanzarlas a tomar por saco. Una delicia.
Eso sí, no vienen de serie. Te tienes que pillar el DLC Mech Assault o el pack con los 3 DLC’s. Ahora mismo está tirado de precio en la Store.
Las mongoladas
Al final lo que mola de verdad es tomarse el juego como un enorme campo de pruebas para hacer el ganso. Como un Quimicefa de la atrocidad.
Si en algún momento te cansas de meterte en fregaos tremendos a golpe de bazuka y necesitas algo más pausado, no hay nada como ponerse a experimentar con las bombas lapa y sus consecuencias, o buscar la explosión más grande por puro placer.
Os dejo un último video de momentos funny para ir terminando, sin valoraciones ni nada que eso está muy trillado. Que oye, igual como final de la reseña os puede parecer un poco mierder, pero a mí que me registren.
Llevo todo el rato advirtiendo que soy un tipo de principios.
Estas como una puta cabra KETE....la madre que te pario menudas turras que te pegas ay qué grasia papasitoDD si cobraras por parrafos serias mierdonario a cascoporro!!!
kete pareciese ser el gordo cosplayereado
Muy amenas las físicas.
y que opinion le mereze el selda? Mi ihjo antonio me se lo ha pedido para su cumpleanos.
no tengo la switch señora.
para terminar jugando con cartoncitos me voy al bingo!