Hollow Knight: Silksong

Tremenda Desilusong.

A la pluma: El Alcalde

Tremenda Desilusong.

Sabéis que para mí el género nació con el Antiriad, a la vez germen y canto de cisne. A partir de ahí, poco más tenían que ofrecerme los mal llamados metroidvanias. Algo dentro de mí se revuelve con la idea de que el futuro era esto, volver a mecánicas de 1995 y gráficos en 2D. Esas cosas tenemos los viejos. En nuestros viejos tiempos pretéritos nos imaginábamos que, en 2025, habría consolas de 16 gigas de RAM moviendo gráficos en 4K. Y coches voladores también.

Pero no. Tenemos coches que solo vuelan si los tiras desde un edificio y futuros GOTYs que te los hubiera movido con holgura hasta una Mega Drive. Así estamos. Lo que antes era un indie, un divertimento pasajero, un filler, que dirían los modernos, ahora es pura y llanamente el mainstream. ¿No son los casi extintos AAA los indies actuales, por su absoluto arrinconamiento en los márgenes del «mundillo», fuera del foco de atención?

Pero claro, la chavalería te insiste, abuelo que está guay, abuelo que es un juego innovador. Y claro, hay que estar a la última y jugar al juego flash de turno. En este caso el Hollow Knight: Silksong.

He de decir que jugué al primero con gusto. Tenía cierto estilo gráfico, se controlaba bien y suponía un reto considerable, aunque lo mandé a tomar por culo rápido cuando la dificultad comenzó a volverse tremendamente tramposa.

Eso es algo que la chavalería no entiende. La sutilidad de una buena dificultad. Y eso, se tiene o no se tiene. Arañar una milésima de segundo en el Sega Rally, a partir de cierto nivel, es dificilísimo. Pero es una dificultad amistosa, agradable. Hay mil ejemplos. «Has llegado hasta aquí y el acuerdo creador / jugador nos exige que te ponga las cosas difíciles». Firmo.

En Hollow Knight el acuerdo se rompía rápido. Era un acuerdo viciado en el que la dificultad no era un reto, ni un aliciente, sino un truco barato que ocultaba una desarmante carencia de ideas. Porque sí, chavales, ninguno de los Hollow Knight inventa absolutamente nada. Y oculta su falta de esencia con una dificultad extrema y absolutamente enervante. Una dificultad mal entendida que no te ayuda, ni te enseña absolutamente nada. No hay subtexto en el backtracking o en el boss que te hace volver una y otra vez, como un Sísifo autista, maldito por los dioses del hardcore gaming.

Y esa es la tremenda decepción del Silksong. En vez de evitar los errores de su primera parte, los amplifica y se regodea en ellos. Es el niño al que le ríes el primer pedo y se viene arriba, arruinándote la sobremesa a ventosidades. Quizá como DLC (ese era su origen) tuviera cierto sentido. Te has pasado el Hollow Knight, pues toma dos tazas. Y te frío un huevo si te has quedado con hambre. Pero no. Han hecho un juego nuevo que pierde su baza principal: sorprender por su estética y enfoque. Ya lo tenemos visto.

Silksong es un juego bonito, estimable, que, como una flor o un capullo si lo prefieres, a medida que lo juegas va desprendiéndose de sus capas exteriores para descubrir que, detrás de todo el ruido y la furia, solo hay una cáscara vacía. Un auténtico Caballero Hueco.


A la pluma: dai

¿Que te chupe qué?

Cuando yo jugué al Hollow Knight, había gente que ya llevaba 5 años esperando al Silksong.

Me hice de rogar porque todo lo que sabía de él coincidía con todo lo que odio de un videojuego. ¿Que me matan y tengo que volver a donde morí para recuperar lo conseguido hasta el momento? Estás flipando. ¿Que hay veinte caminos disponibles pero por diecinueve de ellos no puedo avanzar porque me falta una habilidad y tengo que ir merodeando por todo el mapa para ver por dónde puedo avanzar un metro más? Ni de puta coña. ¿Que los jefes son chunguísimos y, si te matan, tienes que rejugar media fase otra vez para llegar y volver a morir en 10 segundos? Ya me has visto.

Pero me pasó también con Juego de Tronos, la serie. A pesar de que no me gusta la fantasía medieval, el consenso sobre su calidad era tan abrumador y las recomendaciones tan apasionadas que tuve que darle una oportunidad. Y resulta que, en la mayoría de casos, las obras superlativas trascienden las filias o fobias personales.

Hollow Knight me fascinó, pero lo que oigo de esta secuela hace que me aproxime a ella con cautela. Opiniones contradictorias, unas manchadas de prejuicios e inconoclastia, otras rebozadas en la falacia del coste hundido. La verdad estará, probablemente y como tantas otras veces, en el término medio.

PUNTUACIÓN: Cuando esté a 4,99€ os lo digo.

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