¡Fuá lokos!
¿Pues no resulta que van a poner el online del RDR2 a cinco pavos?
¡Ay que me meo! Si es que… no se podía saber esto, eh. Que no ha funcionado la cosa, claaaaro.
En fin. Aquí ya lo sabíamos, hace tiempo que lo venimos comentando cuando nos vemos todos en las reuniones de accionistas. No os lo hemos explicado nunca porque la verdad, tampoco somos de ir contando nuestras cosas por ahí, pero nosotros estuvimos en las oficinas de Rockstar una semana antes de que saliera el juego, y en serio, estaba cantadísimo.
Nos llegó una invitación en un billete gordo y dorado, como en la peli del Willy Wonka, en una caja de burbujitas de SEUR. Al principio pensamos que era una coña marinera de Álex, nuestro único lector, pero luego caímos en la cuenta de que en esta línea temporal todavía no habíamos descubierto la existencia de Álex.
Y ahora que caigo, eso significa que vosotros tampoco sabéis lo de las diferentes líneas temporales que confluyen en el ojete de Cubitorah. Bueno, da igual.
La cuestión es que en cuanto vimos que aquello iba en serio decidimos que había que enviar a alguien. Concretamente, a mí mismo. A las pocas horas me encontraba embutido en un avión camino de NY, y a las 9 de la mañana de un frío martes otoñal del 2018 me plantaba frente a las oficinas de Rockstar en Manhattan, con mi billete dorado en la mano y la ilusión del niño gordo de la peli multiplicada por mil.
Entregué mi invitación a la recepcionista, una preciosa chica afroamericana que lucía impecable tras el mostrador de caoba, e inmediatamente me hizo pasar a una sala contigua tras realizar las comprobaciones pertinentes.
La estancia era de tamaño mediano y estaba bien iluminada. La pomposidad del catering contrastaba con la austeridad del atril que dominaba la sala al otro lado, tras el ejército de sillas negras pulcramente dispuestas. En la pared oeste, una gran R de Rockstar sobre fondo negro acompañaba al sobrio cartel publicitario de RDR2. La figura del pistolero dibujada en ella era mi única compañía en la sala vacía.
Pasé un par de minutos curioseando por ahí y me dispuse a apretarme un buen desayuno americano a cuenta de todos los micropagos que le he metido al online del GTA V. Estaba engullendo mi segundo emparedado de rosbif con salsa de arándanos y sirope de arce cuando de repente se abrió una enorme puerta de doble hoja al fondo de la sala.
Ante mis atónitos ojos irrumpió en la habitación un enorme caballo negro, derribó las dos primeras filas de sillas mientras relinchaba imponentemente, y levantó las patas hacia el techo de manera triunfal. Su jinete, un pistolero de mirada fría como el hielo enfundado en un desgastado guardapolvos, me escrutaba duramente bajo el ala de su sombrero mientras gritaba voces al animal.
¡¡¡HOOOOO!!! ¡¡¡¡¡HOOOOOOO!!!!!
El instinto de retroceder ante semejante torbellino hizo que me trastabillara y cayera de espaldas sobre la mesa del catering. Los platos y los cubiertos se estrellaron contra el suelo y gran parte de mi comida salió despedida por los aires. Ya con el culo en tierra advertí que mis 90 kilos de peso habían catapultado el bol de las nueces de macadamia hacia el cielo y que de no moverme rápido, iba a colisionar contra mi cabeza en menos tiempo del que tenía para reaccionar.
Cerré los ojos e hice ademán de cubrirme la almendra al tiempo que tres estruendos ensordecedores precedían sendos silbidos justo sobre mi frente. ¡BLAM! ¡BLAM! ¡BLAM!
Me levanté de golpe, como si me hubieran metido una descarga eléctrica por el culo, alternando la vista incrédulo entre el bol hecho añicos en el suelo y los tres agujeros de bala en la pared, detrás de mí.
La fría mirada del pistolero era apenas perceptible tras los humeantes cañones de sus armas.
— ¡Maldito hijo de puta! — grité.
— Hay hombres bajo tierra por mucho menos que eso, amigo.
— ¡¿Pero está usted loco?!
— Tranquilo, señor Hall. Le acabo de salvar de un buen golpe en la cabeza. No espero que me lo agradezca, hijo, pero sí que muestre el debido respeto por el señor Colt.
— ¿Señor Hall? ¿Pero de qué está usted hablando?
— Señor Hall. Miércoles. A las 9:00AM. Veo que su diligencia llegó puntual. — Guiño.
-— Mire, no sé de que demonios me está hablando, ni quién demonios es el señor Hall, pero tenga por seguro tres cosas. Una, que hoy martes. Dos, que me marcho de aquí ahora mismo. Y tres, que recibirá noticias de los abogados de Gamerah en menos tiempo del que tarda su caballo en espantar una mosca con el rabo.
— ¿Gamera? ¿Perdón? ¿Cómo que hoy es mart…? ¡HOSTIAS!
El jinete baja del caballo y se acerca a mí con gesto preocupado. El caballo aprovecha la coyuntura para dar buena cuenta de las nueces de macadamia esparcidas por el suelo.
— Perdone caballero, ruego que me disculpe. Se lo suplico, esto ha sido un malentendido…. A no ser que venga usted de un medio importante en cuyo caso podemos aprovechar la performance…
— ¡Malentendido mis cojones! ¡Han estado ustedes a punto de matarme cuando se suponía que venía a una simple presentación de un puto videojuego! ¿Qué mierdas es esto?
— Perdone caballero, se lo ruego. A lo que usted estaba asistiendo, al menos hasta el desgraciado incidente de los snacks, es a una presentación premium para un pequeño grupo de selectas personalidades dentro de la prensa especializada. No es que consideremos necesario este tipo de atenciones, ejem, pero si por algo se nos caracteriza en Rockstar es por cuidar hasta el más mínimo detalle. Le ruego que me disculpe por este desafortunado malentendido.
En ese momento, la atractiva recepcionista irrumpe sofocada en la habitación.
— Señor Wright, el caballero viene de un medio sin imp…
— Sí sí, gracias Peggy Sue. Nos hemos dado perfecta cuenta de la situación.
— Oh, venga ya. Dejen ya esta mierda del oeste, ¿vale? No hace falta que la llame como a una vulgar puta de saloon. Y usted, pistolero, ¡no me toque!
— Me llamo Peggy Sue, señor. Es mi verdadero nombre.
— Oh. En ese caso… discúlpeme, por favor… eerrr… es un nombre precioso.
Peggy Sue se retira entre avergonzada y molesta. Quiero disculparme pero mis ojos ya no encuentran los suyos, así que se detienen un par de segundos en sus nalgas, perfectamente contorneadas bajo el pantalón del traje. El pistolero advierte que he bajado la guardia.
— Bueno, pues parece ser que esta mañana todos estamos cometiendo algún que otro errorcillo ¿eh? — Guiño.
— Mire, señor… como se llame. Ha conseguido usted que me cague en los calzoncillos, y tengo por norma no cagarme nunca en los calzoncillos antes de las tres de la madrugada. Ahora mismo estoy muy cabreado y solamente tengo ganas de volverme para casa y emprender todas las acciones legales que pueda emprender. Tengo ganas de escribir tantas reseñas negativas como pueda escribir y tengo ganas de animar a la gente a cancelar todas las reservas que puedan cancelar. Pero como ambos sabemos que ninguna de estas tres cosas le importan una mierda a Rockstar, dígame una sola razón, ¡UNA SOLA!, por la que no debo bajarme los pantalones ahora mismo y pintar de color canela esa R tan bonita que tienen en la pared con el fruto de mis entrañas!
— ¡UNOS COJONES BIEN GORDOS!
— ¡Mecagoenmiputacalavera! —me desabrocho la hebilla— Si es que ya me lo decía mi madre —el botón— ¡Estudia, joder! —me bajo la cremallera…
— ¡No, no no no no! ¡Cojones! ¡La razón son cojones! ¡Y bien gordos!
— ¿Eh?
— Cojones.
— ¿Pero qué cojones dice de los cojones? ¿Me está vacilando?
— Escuche amigo… tranquilícese, está claro que hemos empezado con mal pie. Véalo de esta manera. De haber hecho las cosas bien le habríamos puesto un video y le habríamos dado un par de folletos antes de enviarle para casa. Le propongo una cosa. Usted olvida lo ocurrido y yo le presento lo que va a ser la mayor patada a la industria del videojuego hasta el momento. Sin rencores. ¿Qué me dice?
— ¿Habrá más nueces de macadamia?
— ¿Habrá más DLCs de GTA V? ¡JA, JA, JA!… En serio hijo ¿qué me dice? ¿Olvidamos lo ocurrido?
— Dispare.
— ¿Quiere unos calzoncillos?
— Primero las nueces.
Aparentemente accionado por el sonido de sus espuelas, un mecanismo hace descender un pantallón de 72 pulgadas del techo. En él, desde lo alto de una loma desierta, un forajido observa un tren en la lejanía.
— Verá, señor… ¿disculpe, cuál es su nombre?
— Puede llamarme Peggy Sue. Es un nombre precioso.
— Verá… cuando terminamos de hacer GTA V teníamos muy claro cuál tenía que ser nuestro siguiente paso. El mundo quería una segunda parte de Red Dead Redemption, y nosotros estábamos obligados moral y emocionalmente a dársela. Realmente nos sentíamos preparados para ello.
— Claro.
— Pero entonces sacamos GTA Online y aquello nos trajo ciertas dudas. GTA V fue un bombazo en ventas, sí, pero lo que realmente nos supuso una inyección económica inimaginable fue GTA Online. Le he contado antes que mañana tenemos previstas una serie de demostraciones personalizadas como la que está usted a punto de experimentar, ¿cierto? En concreto son 32 sesiones. Pues bien, las vamos a hacer todas en simultáneo. Disponemos de 32 salas acondicionadas a lo largo del edificio, con 32 caballos, 32 jinetes escrupulosamente caracterizados como un forajido del lejano oeste, 64 revólveres originales de principios del siglo XIX debidamente restaurados, 32 pantallones de 72 pulgadas que se deslizan del techo activados por el rechinar de unas espuelas y tantas nueces de macadamia que usted podría literalmente ahogarse en ellas si la piscina del ático no estuviera ya llena de Martini con vodka ligeramente agitado. Amigo… realmente no sabemos qué hacer con el dinero.
— Maravilloso.
— La cuestión es que ahora ya no podemos parar. Nuestros accionistas se nos comerían si RDR Online no es capaz de igualar GTA. No nos preocupa RDR2. Hemos hecho una historia cojonuda con siete personajes, añadido mejores secundarias, fluidez en la interacción con los NPC, hemos metido más bichos que en el arca del maldito Noé… de todo. Pero da igual. Podríamos haberle puesto un sombrero mejicano a Tommy Vercetti y sacar un port de GTA Vice City de PS2 con la portada del RDR, ¡y venderíamos exactamente lo mismo! El número de ventas de GTA V será más o menos similar al de RDR2 porque tenemos un público fiel. Eso es pan comido.
— Ajá.
— El problema gordo lo tenemos con RDR Online. No vamos a recaudar ni una milésima parte de lo que le sacamos a GTA por el simple hecho de que RDR está ambientado en el puto Oeste. Necesitaríamos un escenario con más variedad que GTA para poder sacarle más dinero. Es así de simple. Si en vez de una historia de vaqueros tuviéramos una historia de marcianos nos íbamos a forrar el triple de lo que lo hicimos en GTA, pero cuando el público se dé cuenta de que no puede llevar coches, ni motos, ni aviones ni las mil mierdas que vamos regalando en los DLC…. cuando vean que tienen que ir a todas las jodidas partes del mapa a caballo, en diligencia o en un puto tren como mucho, van a empezar a cansarse de RDR Online y lo irán apartando de sus vidas. Tendrán un gran recuerdo del juego, claro que sí. Pero créame que no será mayor que el gran recuerdo que nos quedará a nosotros de su dinero.
— Entiendo… entonces… ¿dice usted que tienen nueces de macadamia para siempre?
El pistolero da un puñetazo sobre la mesa y me agarra de la solapa de la americana. Nuestras narices prácticamente se rozan y puedo sentir los vapores del bourbon barato saliéndome por las orejas. Zarandea mi rollizo cuerpo, rozando peligrosamente una bandeja de canapés. Creo que va a golpearme.
— ¡¡ESCÚCHEME BIEN, PEGGY SUE!!
— ¡Vale, vale! Es que tengo cierta tendencia a hacerme el gracioso, eso es todo.
La recepcionista entra en el despacho.
— ¿Me ha llamado, señor?
— ¡NO! —el pistolero habla sin apartar sus ojos de los míos.
— ¡Traiga unas nueces de macadamia, por favor!
El pistolero respira profundo y me fulmina con su mirada. Decide que no me va a sacudir y me suelta violentamente.
— ¡Joder, qué asco! Y traiga también unos calzoncillos, Peggy Sue.
— Inmediatamente, señor.
La recepcionista abandona el despacho. Esta vez, quizás por reafirmarnos en nuestra hombría después de la cercanía que nuestras bocas acaban de experimentar, observamos juntos el contoneo de sus caderas mientras se aleja.
Quince minutos más tarde, me hallo a los mandos de una PS4 Pro con el RDR2 pausado en la pantalla. Voy ataviado con unos calzones largos de cowboy en cuya pelusilla aparecen ya enganchadas cuatro nueces de macadamia. Pese a haber abierto las ventanas todavía flota en el ambiente una extraña mezcla de olores.
Tengo unas ganas locas de darle al botón de OPCIONES y evitarme la turra que seguro me va a dar el pistolero, pero no logro quitarme de la cabeza los tres disparos de hace un rato. ¿Habrá sido suerte? ¿O el tipo es realmente bueno?
— Como le decía, señor Peggy Sue…
— Oh, por favor, puede tutearme si lo prefiere.
— ¿Acaso se tutea en el wild west, amigo?
— …
— COMO LE DECÍA, señor Peggy Sue, necesitábamos un golpe de efecto para conseguir tener al jugador pegado a RDR Online aún con el déficit que arrastra con su antecesor más directo. ¿Cómo podíamos conseguirlo? ¿Que podíamos darle a la comunidad para paliar esa falta?
— Burdeles.
— Tenemos burdeles.
— Carreras en vagoneta.
— Tenemos carreras en vagoneta.
— Tunear diligencias.
— También lo tenemos.
— Alquitranar y emplumar a tus rivales.
— Podrá usted alquitranar y emplumar osos si así lo desea.
— Mmmpfff… yo que sé… algo tendrá que haber.
— ¡Exacto! Algo tenía que haber. Verá hijo, nuestros analistas han pasado meses recabando información acerca de Red Dead Redemption, el primero, y han llegado a la conclusión de que un usuario gastaba de media el 62% del tiempo de juego cabalgando. Un 62%. Más de la mitad del tiempo total invertido desde que iniciaban RDR hasta que lo apagaban. Tomáramos la determinación que tomáramos, estaba meridianamente claro que debía tratarse de un asunto que debía concernir estrictamente a cabalgar como acción o a los caballos como sujeto. Esto es algo sobre lo que tanto analistas, como personal del departamento de marketing, como desarrolladores estuvieron rápidamente de acuerdo a tenor de los resultados obtenidos. Así que tras meses de reuniones, proyectos desestimados y demos técnicas, llegamos a la conclusión de que teníamos que desarrollar un nuevo motor de físicas para la huevada de los caballos.
Silencio en la sala. El pistolero ha dicho esta última frase mirándose distraídamente la punta de sus botas. Repasa sus perneras, mete los pulgares dentro de la hebilla de su cinturón y levanta la vista hasta cruzarla con la mía, buscando algún tipo de reacción.
Le miro durante cinco segundos y el tipo permanece inmóvil. ¿Cojones de caballos? ¿En serio?
Me encojo de hombros en señal de indiferencia.
— Vale. Creo que me está troleando, pero qué demonios, estas nueces están cojonudas. Siga.
— Bien. Dígame una cosa… ¿qué es lo que usted ve cuando su personaje va montando a caballo?
— Ya sé por donde va. Es obvio que no le veo la huevada porque todavía nadie había caído en reproducirle los cojones al caballo en pantalla, pero sí, está claro que la perspectiva del jugador está casi todo el tiempo detrás del caballo y que por esa regla de tres puedo pasarme una tarde entera viéndole el trasero.
— Ajá… toda una tarde. Toda una tarde viendo indios, trenes, saloons, rifles, montañas…. de todo, pero sobre todo el trasero de un caballo. Entonces… si tuviera que invertir una gran parte del dinero a una carta, si tuviera que decidir cuál es su punto fuerte, su reclamo… ¿dónde lo invertiría?
— Ya ya, si ahí tiene usted razón. Pero no sé… lo veo un poco raro. Quiero decir… ¿no es muy gay? ¿Pasarse toda una sesión de juego con unos testículos del tamaño de un botijo rebotando delante de tus narices?
— No, no. Para nada, hijo. Piense que solo es gay si se trata de humanos. Tenemos estudios de mercado que nos dicen cosas como que un 67% de nuestro público confesaría sentirse incómodo controlando a un personaje que participara en una escena de sodomización entre humanos del mismo sexo. Sin embargo solamente un 21% declinaría reventarle el ojete a una cabra. Y en el caso de que fuera la cabra la que pasara a la acción, solamente un 12% consideraría la escena una razón para apagar el juego.
— Ajá, ya veo… ese estudio… dígame, ¿había nintenderos entre los consultados?
— Sí, sí, había de todo.
— Mmmm… interesante.
— Piense además que con RDR2 adquirimos un compromiso con la historia. No la del juego, la del mundo. Queremos estar realmente a la altura. Cuando el mundo eche la vista atrás dentro de 100 años y piensen en referentes culturales de principios de siglo queremos que la gente diga… «sí, estaban los Simpson… ¡pero también estaba Rockstar!». Necesitamos entregar un producto sólido y creíble. No podemos cometer el error de meter zombis como en RDR si queremos que la humanidad nos tome en serio. ¿Qué nos queda pues? ¿Nazis? ¿Marines calvos? ¿Alienígenas?
— Bueno… existe una peli llamada «Cowboys vs Alienígenas» o algo así.
— No no no, de verdad. Necesitamos un salvaje oeste creíble. Hay ciertas licencias que ni queremos ni debemos permitirnos. Créame, tenemos recursos gráficos, jugables y argumentales como para decir que tenemos una obra maestra entre manos. Solo necesitamos una «droguita» para alargarle la vida online al producto.
— Bueno, pues nada. Probemos esa maravilla que usted me describe de una puñetera vez.
— Exacto. Vayamos al lío. Hijo… prepárese, porque esto que va usted a experimentar se lo contará algún día a sus nietos.
Y bueno, el resto es historia. La mayoría ya la habréis visto.
Y sí, era cierto. Vale. Esos cojonazos estaban realmente bien hechos. Podría decir que prácticamente ni noté la diferencia con el resto de veces en las que he tenido un buen par de pelotas negras, gordas, peludas y desnudas a medio metro de mi cara. Tampoco tiene que sorprender a nadie, son Rockstar. Mis felicitaciones y a otra cosa.
Pero el hecho es ese. La miga del asunto está en la confesión que le arranqué a ese pistolero mientras me hinchaba a nueces de macadamia y asentía con cara de idiota. Este gente ya sabía lo del online. La hostia que se han dado es morrocotuda, hasta el punto de que te están prácticamente regalando el online como juego independiente, que no necesita del original para funcionar.
Es algo que se veía a leguas.
Que luego le meterán micropagos y toda la parafernalia para sacar cuatro perras, y a alguno engañarán. Que sí, pero que esto no lo va a jugar ni Perry, al menos si hablamos de los números que maneja una compañía de este calibre.
MUAHAHAHAHAHAHAHA.
Y entonces diréis: y esta feature, ¿para qué? Bueno, feature… esta… cosa extraña que habéis puesto aquí. ¿A qué viene esto ahora?
Pues a lo de siempre. A recordaros otra vez lo que ya sabéis, pero de vez en cuando olvidáis.
Esplendoroso.
Después de leer esto creo que necesito una piscina de Martini con Vodka para rejalarme después de un dia duro de trabajo.
Por cierto, tengo el RDR1 para pesetres en cola, me están dando ganas.
Bufff.. A mi me dió pereza pero conozco muchos a los que les encantó.
Desde luego no es el tostón del segundo.
Ni caso a kete, dale fuerte.
Tiene todo los elementos de una «feature» 5 estrellas. Temas escatológicos, tension sexual, fijaciones interraciales,,, solo le falto preguntar que para cuando la version de Switch.
Los huevos del caballo se pueden tunear?
Recuerdo que había un minijuego de lavar a tu caballo, y si conseguías llegar a masajearle las pelotas, la barra de confianza del animal contigo subía, y eso era importante en el desarrollo de la historia.
Bueno a ver... Subía la barra de confianza y subía la otra barra, que uno tiene unas manos...
Luego en plan tuneo, pues había barberias en los pueblos, e imagino que podías plantearle al barbero que le afeitara las pelotas a tu amigo Horse Miguel, pero tampoco sé ahora mismo si el tío lo aceptaría o tiraría de rifle directamente.
En cualquier caso habría que probarlo.
Este análisis debería estar en la lista de lectura de Harvard Business School.
Ya esta, y la edicion directors cut sin censura
Esperaré a que Rockstar saque la versión RDR2 Rated-R, en la que a esos cojonazos se les pueda dar mejor uso.
hay una cierta similitud etre el RDR2 a TW3 a lo que hay de GTAV con CP2077, la tarta da la vuelta y las pelotas tambien