La primera vez que vimos la película de Mario nos pareció un anuncio publicitario fantástico. Fuimos inmediatamente a a comprar (más) productos Nintendo, sin descuento, porque la calidad no baja de precio.
Pero la primera vez, como la primera vez que hicimos el amor, fue una sobredosis sensorial. En ambas ocasiones no pudimos sentarnos un buen tiempo y mirábamos risueños al horizonte pensando en el millón de referencias visuales, musicales y conceptuales que te sobrecargan los sentidos y no te dejan “ver” realmente la película.
Hace falta un segundo visionado más reposado para darte cuenta que está graciosa y simpática, y que la canción de Peaches es un hitazo. Un tercero te lleva a la conclusión de que la peli de Mario es una OBRA MAESTRA con mensaje social digno de Ken Loach.
Es, claramente, una acerada crítica al capitalismo y el orden geopolítico mundial propuesto por los EEUU. Por una parte tenemos a Rusia, los pingüinos, que tienen su propio reino y van de duros pero como se ve en Ucrania a la hora de la verdad no son más que unos pájaros torpes lanzando bolas de nieve. Luego tenemos a los Yoshis, India, pasaban por allí y se les ve un segundo de fondo. Pero, ¿qué están planeando? ¿A qué uso pondrán todos esos Yoshis licenciados en matemáticas y ciencias computacionales? Lo que decidan los Yoshis tal vez determine el curso del siglo XXI.
Los países ricos en petroleo están representados por los Kong, que viven detrás de sus murallas con una monarquía absoluta y solo se preocupan de sí mismos. Obras públicas grandilocuentes, coches enormes y delirios de grandeza financiados por sus reservas infinitas de petróleo. El último barril de petróleo saldrá de la isla Kong.
Los Toad, la sociedad igualitaria perfecta, la gran madre China, que ante la ineptitud armamentística de los pingüinos y el hedonismo autocomplaciente de los Kongs, tienen que ocuparse de enfrentarse al gran ogro capitalista. Una sociedad perfecta donde cada uno tiene su lugar y todos viven en armonía y están gobernados por alguien que es mayor que la suma de las partes que componen el reino, el Partido.
Finalmente, Bowser, los EEUU capitalistas, un lugar tétrico que solo quiere dominar al resto de países. Un sitio donde hay una fiesta eterna en la que nadie se lo pasa bien salvo unos pocos elegidos y que a pesar de dárselas de democracia lo que en realidad anhela es la serena mano guiadora del Partido encarnado en Peach. 10/10.
Y aquí paramos. No sabemos si estamos listos para trascender con un cuarto visionado. Sería mirar directamente en los ojos de la Singularidad.
Queda la duda de que será Brooklyn.
Suramérica?