Mensaje navideño de Su Majestad Cubitorah - Juegos que nos han hecho felices en 2021 (1)

Cubitorah desea a sus feligreses felices fiestas, y, por supuesto, que os den por culo.

Queridos mongolos:

La vacaciones de Navidad son las mejores vacaciones. En verano siempre hay gente que quiere hacer cosas, pero en Navidad hace demasiado frío para hacer cosas. ¿Ring, ring? ¡No, Ghidorah, no quiero ir al puto parque a jugar fútbol! ¡Es Navidad!

Siendo el 2021 un año ligeramente menos mierda que el 2020, me complace informaros que mi mensaje navideño de este año no es sobre la melancolía sino sobre la felicidad. Los mongolos de la redacción os cuentan más abajo que juegos les hacen felices.

Antes dejad que os diga algo sobre ese derecho inalienable, la búsqueda de la felicidad. Es una búsqueda futil. La felicidad ya la alcanzamos y ya la perdimos. El nacimiento de nuestros retoños… nuestro mayor triunfo laboral… la destrucción de nuestros enemigos… momentos importantes todos, puntos altos de la ola. Pero la ola se rompe. Nada compara con la felicidad cálida, constante y envolvente de jugar videoxocs en Navidades entre los 7 y los 14. Es tomarse algo y tirarse pedos en el jacuzzi de la vida.

Porque antes de los 7, sin uso de razón, éramos constantemente felices sin enterarnos, como una vaca. Y a los 14 o así la búsqueda del pussy o del bussy (dejemos de pretender que tenemos lectoras) reemplazó los videoxocs y deportes como principal pasatiempo. Es un pasatiempo loable, el pussy, pero no sin ciertas visicitudes. Pero entre los 7 y los 14, lo bastante conscientes para enterarnos de cosas, pero no lo suficiente para distraernos por el pussy, en Navidades, calentitos en casa jugando videoxocs, sin una preocupación en la vida, sin mayor deseo, sin mayor necesidad, alcanzamos el Nirvana. Es solo ahora que nos damos cuenta.

Cuando la neblina de la primera infancia se disipaba y el pussy no había aparecido aún, hubo un momento único, entre el adquirir el uso de razón y la pubertad, en el que el hombre jugó videoxocs.

Felices fiestas, y que os den por culo.


Guardianes de la Galaxia

Por BoKeRoN

Pues qué queréis que os diga. La gente muchas risas con que iba a ser otro Avengers del Mercadona y resulta que no. Que un AAA todavía puede hacer feliz a este viejo pecero avinagrao. Que unos temazos ochenteros, unos personajes que son un grupo de colegas que no se callan ni bajo el agua, y una jugabilidad de pegarse unos tiros y pasear por escenarios bonitos me puede valer perfectamente. Es, auténticamente, un juego para padres. Un juego hecho por cuarentones para cuarentones. Y todo queda resumido en que al principio del juego puedes quedarte todo lo que quieras en tu cuarto, tirado en la cama, escuchando un cassette de música rock mientras lees las letras en la contraportada. Para arrancarte el lagrimón desde el principio, josdeputa. En toda la patata.


Valkyria Chronicles (Remastered)

Por Narg

El género de los tactics RPG es uno de esos que me gustaría que me gustaran. ¿No es genial el concepto? Una cuadrícula y una buena estrategia para machacar al enemigo. Un ajedrez pero increíblemente atractivo, con historias, guerras, fantasía y ciencia ficción. Pues no hay manera. Clásicos como el Shining Force, Dirty Dancing Tactics, Tactics Ogre, Langrisser, o modernos como el Into the Breach… había perdido la esperanza con el género. Incluso llegué a probar los Valkyria Chronicles 2 y 3 en PSP, también sin éxito.

En mi situación habría que ser un poco cabezón o un poco idiota para comprar el Valkyria Chronicles (el 1 remasterizado) en Switch, y al parecer yo debo ser un poco de ambos. Y qué suerte serlo, porque he disfrutado del juego como un niño pequeño, y como hacía años que no disfrutaba. De cada conversación, de cada escena, pensando estrategias, repitiendo pantallas. Todo, absolutamente todo de este juego ha dado en el clavo de lo que me gusta. Nunca me he atrevido a decir mis juegos favoritos, quizá porque en realidad no tenía ninguno. En 2021 he descubierto que, al menos, tengo uno.


Myth, history in the making

Por el Alcalde

Aquí, en las frías montañas del norte, la época pre-pussy se suele extender más que en otras latitudes más caniculares. Hasta los 56 años, de media. Es por eso que mis recuerdos infantiles jugando videojocs en las noches invernales abarcan toda la vida útil del Spectrum, permitiéndome vivir en directo el lanzamiento del mejor juego del más modesto de los microordenadores de 8-bits. Era 1989 y el Spectrum agonizaba cuando llegó Myth, history in the making de la mano de System 3, creadores de los excelentes «The Last Ninja». En teoría, era una conversión de un título de sistemas superiores pero, misteriosamente, fue repensado de arriba abajo para encajar en esos exiguos 8-bits de memoria. Y el resultado fue sorprendente. Unas animaciones cuidadísimas, físicas realistas en elementos del escenario, mapeados llenos de color y sin el temido «attribute clash» y, lo que es más importante, una jugabilidad ajustada que te permitía avanzar en el juego sin excesiva desesperación. Eso no era lo habitual y sí juegos con 200 pantallas en las que apenas podías pasar 3 de ellas. De hecho, hoy en día, Myth es perfectamente jugable. Y a eso es a lo que me he dedicado a ratitos esta Navidad.

Todo un metroidvania en 8 bits décadas antes de que existiera el género que, no olvidemos, nació en el Spectrum con «The Sacred Armour of Antiriad» y no con Metroid que, en una típica maniobra de Nintendo, se limitó a plagiar el celebrado título de Melbourne House sin pudor alguno y venderlo a los inocentes nintenboys como «innovador».

Spectrum y puyas a Nintendo. Mi mejor reseña del año.


Dead Cells

Por Pepe

El Dead Cells es mi juego del año porque en este año es el juego al que más he jugado, el Dead Cells. No llevo la cuenta y no sé si quiera si es posible saber cuántas horas le habré echado, aunque imagino que sí. Tampoco importa. Lo relevante de este asunto es que han sido MILLONES y MILLONES más que a cualquier otro juego de los que haya catado en 2021. Hace años que decidí que ese era mi único criterio para elegir favoritos.

Puede que sea trampa, porque es cierto que hay experiencias que deben ser asumidas en pequeñas dosis ya que sólo así se entiende su verdadera esencia, mientras que hay un montón de movidas placenteras que son de mogollón y tentetieso y que, por definición, no pueden alcanzar la grandeza. A nadie se le ocurre comparar un plato del Celler de Can Roca con un potaje de mi tía Matilde aunque el primero sea un bocado y del segundo comas seis platos soperos de una sentada un día de invierno.

Dead Cells es un plato de potaje del que desborda. Cada vez que me ponía a los mandos «pa una rapidita» me encontraba tan en puto flow con el moñeco y con las armas que el azar te proveía en esa partida en concreto, con tal dominio del fluir de los enemigos, de los recovecos del mapeado aleatorio, que se me pasaban las tardes de ciclo solar en ciclo lunar hasta mi muerte, ya pasada la cena. Y ni puta cuenta. Es el ritmo, amigos, tiene mucho down, tiene mucho tempo, hostias como panes por aquí y por allá sintiéndote el amo del calabozo ya sea con armas cortas, largas o de distancia, que es que no importa, que es que mola matarlo todo como en un buffet libre.

Y Dead Cells es un bocado delicado, ese roguelite medido para que un instante concreto en el que te aparece un bichaco legendario sepas que estás poniendo sobre el tapete toda la tarde, y la exigencia, el toque, el paso sea definitivo, certero, placentero en el instante mismo y por sí mismo. Conjunto que en cada esquina te guarda un instante de belleza videojueguil que anhelas con la expectativa de que la fortuna, en sentido literal, te sonría en esa partida concreta.

Conjugar, a la vez, un diseño espectacular con su naturaleza casual, que adores unas armas y odies otras pero quieras jugar con todas, con la que te toque, tensión arcade con desarrollo de mapeado inmenso… y que funcione, es poco menos que un milagro. Un reguetton improvisado sobre base jazz. Un inolvidable y elegante plato de alta cocina de quilo y medio de peso.


Felcitá es sentarme en tu coche y volar por la noche

por bolah

Me hace feliz jugar un volley playa con los pajaritos de A Short Hike en un juego que te intenta contar una historia pero que no te ofende ni te agrede con temas que le quedan grandes. Me hace feliz estar abriendo una mina en Minecraft y encontrar una de las nuevas cuevas añadidas en la versión 1.18, con sus lagos y sus vetas y sus hiedras kilométricas (por tu culpa, enredadera, veo verde el cielo azul). Cuevas en las que se empieza ya a vislumbrar lo que será la madurez del título. Me hace feliz que la buena gente de Shadow Tactics haya sacado una expansión independiente titulada Aiko’s Choice con cuatro nuevas misiones fantásticas. Me hizo feliz que me saliese Hu Tao el último día del banner en el Genshin Impact. Me hace especialmente feliz que hayan incluido sensores de tráfico en Dyson Sphere Program, excepcional herramienta, y que en la última versión 0.8.23.9989 te dejen cambiarles el color. Pero en realidad lo que me hace feliz es ir a los billares y hacer un Ana Iris recordando lo bien que lo pasaba allí con la Sofi mientras nos saltábamos clases.


Racing Lagoon

Por atari baby

Silenciadores…
silbando. Un derrape.
¡Qué hermosura!

Luces de neón,
bailan y centellean en
mi parabrisas.

Conduzco como
el conejo que muele
mochi en la luna.

4 comentarios

  1. El unico resumen del año que no dagrima leer

  2. Que pasao de moda estoy. No conozco ningun ñordo de estos

  3. Maravilloso, esperando la segunda parte de vuestras reseñas findeañeras mientras reflexiono sobre cual podría ser mi juego favorito del igualmente mierdoso 2021 (neverending covid).

    Quizá votaría por POKEMON EDGY 5, un juego enorme en todos los aspectos que me ha hecho recordar por qué los RPG son mi género favorito. Me están vapuleando a nivel 69 pero quiero más.

    Por cierto ayer vi SONIC LA PELÍCULA. Me siento más seguero que nunca para estrenar el ojalá menos mierdoso 2022.

  4. Feliz año nuevo!

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