En 1880 Sir Robin Appledon, reputado primatólogo y miembro de la Real Sociedad Científica de Sheffield tuvo una revelación tras hozar con una granjera conocida suya con la que solía departir, entre otros temas, sobre los últimos avances del noble arte de la observación orangutil. Quizá fueran las dos copitas de absenta que se apretó Sir Robin al mediodía, pero lo cierto es que su yacimiento duró bastante menos que el plátano con el que solía premiar el buen comportamiento de sus amados macacos durante los experimentos.
Aquella bochornosa experiencia hizo temblar los cimientos de su relación con la insatisfecha granjera (de aspecto simiesco, curiosamente) pero pronto tornó en revelación. Sir Robin se propuso medir los umbrales de atención de sus primates, revelando sus límites y la duración de los estímulos sensoriales necesarios para mantener su, a menudo, errática atención. Una serie de experimentos que incluían jaulas electrificadas, porras, plátanos, marionetas, un par de intervenciones médicas de urgencia, un mago callejero, tres malabaristas y un alambique para destilar patatas alumbraron una asombrosa revelación. La atención de los micos era inversamente proporcional a su desarrollo cerebral. El mono titi, con una capacidad craneal similar a la de un vaso de chupito, era capaz de aguantar las 14 horas de representación del Anillo de los Nibelungos sin mover una ceja. De hecho, Sir Robin refrendó su experimentación llevando a una selección de sus primates a la Festpielhaus de Bayreuth que, en primera fila, asistieron a la representación de tan magna obra siendo los bonobos los primeros en desertar para intentar cubrir a las ondinas que, según cuentan malas lenguas, no ofrecieron la resistencia esperada.
Los experimentos de Sir Robin fueron celebrados calurosamente, no solo por alguna de las citadas ondinas (una de ellas, especialmente entusiasta, resultó ser un señor de Copenhage) sino por toda la élite intelectual que abrazó sus conclusiones, instándole a participar en 1882 en la redacción de las reglas del fútbol moderno de la FA Board para definir la duración de los partidos. Fueron 90 los minutos que aguantaron los orangutanes sentados antes de abalanzarse para intentar comerse al árbitro en una cómica premonición del modus vivendi de los delanteros del FC Barcelona en competiciones europeas. Un minutaje que se extendió hasta el cine, considerándose un gesto de buen gusto el ceñirse a ese límite hasta la aparición de Peter Jackson y su incontinencia fílmica.
Así que, en homenaje al legado de Sir Robin, hemos comprimido toda nuestra sapiencia videojueguil en píldoras de escasos segundos que, sin duda, complacerían a los gorilas más sesudos y con menos capacidad de atención de la creación. Esto es, nuestros lectores.
PicoDOOM
PicoBADLANDS
PicoNOMANSKY
PicoMINECRAFT
PicoMADMAX
PicoFIREWATCH
Ni una pico reseña nueva, joder que bajona.
Acabo de quedarme de piedra porque, por azar, acaban de confirmarme ustedes la autenticidad de una extraña historia que ha sido transmitida de padres a hijos en mi familia y que jamás creí cierta... Hasta ahora.
Narrarla al completo excedería las competencias de este comentario, pero sí les diré que tiene como protagonista a mi tatara tatarabuelo y al bonobo de 45 kilos que trajo consigo cuando regresó al hogar familiar tras un largo periplo europeo que le llevó, entre otras rarezas, a empadronarse en el municipio danés de Frederiksberg. Gracias Gamerah. Hoy te quiero más que ayer.
10/10
Todos contra el fuego
Esto es el futuro de las reviews.
Y las marcas de agua de Shutterstock le añaden ese toque grassroots/robinhood que tanto mola en estos tiempos.