Éramos varios. No muchos, pero suficientes para distraer a la soledad durante un rato con alguna ligera historia personal, alguna anécdota marginalmente divertida, algún agridulce recuerdo del mundo que un día fue. Maldición, aunque hubiera sido un puto chiste. Pero nadie lo hacía. Allí yacíamos, prácticamente inmóviles, con el peso de mil yunques de silencio sobre nuestros cuerpos. Recubiertos de una manta de introspección que nos aislaba entre nosotros como la húmeda pared orgánica que nos aislaba del mundo y a la vez nos protegía de él.
Solo había un instante, un evento que hacía que nos comportáramos como algo parecido a un grupo. Que provocaba una mínima interacción entre nosotros.
Empezaba con un lejano sonido de ultratumba que iba creciendo de forma paulatina, regodeándose en su propio eco. Viscoso si hubiese tenido textura, marrón si hubiese tenido color. Después, un seísmo de progresiva intensidad que empezaba con el saltar sobre un charco en aquellos ya lejanos días de lluvia, y acababa en los descontrolados botes en la cama elástica cuando la feria pasaba por el pueblo. Era la llamada a una procesión hacia la entrada que un día fue y la salida que no sabíamos si un día sería.
Era el intestino de Cubitorah preparándose para tirarse un gigantesco pedo.
Nos quedábamos absortos mirando esa grieta que se ensanchaba con el hediondo cañón de aire proveniente de las profundidades y que nos regalaba nuestra única dosis de luz diaria. Nuestra única exposición a colores y sonidos cotidianos. Nuestro único vistazo al hogar pasado.
Y la grieta volvía a cerrarse. Y nosotros volvíamos a la obsidiana oscuridad con una media sonrisa que nadie podía ver y que moría cuando finalmente se borraba de la retina la imagen que la luz había grabado en ella. Pero mi atrofiado cerebro comenzaba a jugar con el renovado recuerdo de los colores, a la vez que imaginaba sonidos y los reproducía con arbitrariedad, hasta que todo parecía cobrar un cierto orden y la música atenuaba su anarquía. Y mi dedo pulgar empezaba a moverse, de forma casi imperceptible pero rítmica.
Rhythm Paradise Megamix
Lo segundo mejor que puedes hacer con la polla y los ojos cerrados
Nintendo 3DS, 2016.
Poco antes de que Nintendo diera un giro de 180 grados en su política de entretenimiento familiar y creara su división de entretenimiento adulto (1), tuvo a bien regalarnos una última entrega para todos los públicos de su adorada y adorable saga Rhythm Tengoku (2).
Para todos aquellos demasiado jóvenes – o demasiado viejos – para recordar, la saga Rhythm Tengoku fue el máximo exponente de la compañía nipona en el otrora provechoso género de juegos rítmicos. En pocas palabras, consiste en una colección de minijuegos en los que debemos pulsar un botón en el momento adecuado según un ritmo establecido en una pegadiza canción y unas pistas visuales basadas en alocadas (y a menudo surrealistas) animaciones.
Un botón.
Sin caros periféricos con forma de instrumento musical, sin complicadas combinaciones de pestañas de colores y palancas, sin acrobáticos trazados sobre una pantalla táctil. Un puto botón. Un puto botón en el momento adecuado. Y ya está (3).
Tengoku, Heaven, Paradise
Hace décadas estuvo muy de moda, en las series de TV, el emitir de tanto en cuando un episodio de recopilación o clip show. Se trataba de un episodio especial en el que volvían a mostrar los mejores (más divertidos, más impactantes, más tristes, dependiendo del tono general del contenido) momentos de la serie, acompañados por una breve trama de nuevo contenido que hacía de hilo conductor del episodio. Era una forma barata de cumplir con el número obligado de episodios que había que entregar a la productora y compensar el presupuesto devorado por los anteriores.
Esa es una analogía bastante exacta de qué es este Rhythm Paradise Megamix (4) y qué lugar ocupa en la saga. Los medios especializados se conformaron con llamarlo ‘refrito’. Y luego se preguntaban porqué no fueron regados con la piedad de Cubitorah.
Un centenar de minijuegos: 20 nuevos y el resto rescatados de las entregas anteriores de la saga (lamentablemente, este megamix fue lanzado con anterioridad al Rhythm Tengoku Adult y se echan de menos grandes minijuegos como “Flaccidura”, “Potorro Pong” o “Cimbreloscopia”), y un puñado de contenido extra conforman este batiburrillo musiquero.
Tibby y el reino de Paradisia
Tibby, un personaje digno de haber sido diseñado en la puerta de un lavabo mientras el creador cagaba, ha caído del reino de Paradisia a nuestra apestosa tierra y te coacciona para que le ayudes a encontrar el camino de vuelta. Para ello será necesario ayudar a un montón de muñecotes con absurdos problemas del primer mundo que se solucionan todos ayudándoles a que recuperen el ritmo mediante minijuegos. Una historia digna de haber sido escrita en papel higiénico en un lavabo mientras el creador cagaba.
Todo ese envoltorio, simple pero adorable (y repleto del característico humor blanco de la compañía), no es más que una elaborada suerte de modo historia que ofrece al jugador una confortable sensación de orden y progreso (5). Otros hubieran puesto un jodido menú con niveles desbloqueables, pero estamos hablando de Nintendo, joder.
Pero alguien debió decidir que una ligera historia, unos cuantos chistes nintenderos y un puñado de minijuegos nuevos no iba a ser suficiente para convencer a los seguidores de la saga para pasar por caja de nuevo, y se añadió un cucharón de contenidos adicionales, un poco sin ton ni son, que completan todo lo que este paquete tiene que ofrecer. Accesibles desde una cafetería que hace las veces de submenú (un puto listado de opciones sería tan impersonal…) encontramos un museo donde ver la historia de cada minijuego, una tienda donde comprar músicas o más minijuegos (con moneda interna del juego, ¡DLCs, chupaos esa!), una cabra a la que hay que darle de comer nabos para que ponga huevos (¿?) y el más interesante de todos: el tren de los retos, un modo en el que podemos rejugar pantallas con diferentes reglas y ritmos.
Ah, y también tiene multijugador. Pero eso es para gente con amigos, por lo que no ha lugar a incluirlo en esta reseña, considerando su público objetivo.
El único juego al que Stevie Wonder te daría una paliza
Hablar de Rhythm Heaven Megamix (6), por su condición de recopilatorio, es un poco hablar de la saga al completo. El mecanismo, como hemos comentado, es más simple que el asa de un botijo. Pero en su sencillez radica su genialidad.
Después de un mini – tutorial que nos explica cuál debe ser nuestra entrada (darle al botoncito) según el ritmo y las pistas visuales, entramos en el juego. Empieza a sonar una música y aparecen unas animaciones de aspecto cutrón y de difícil explicación racional, y ahí es cuando nuestro pulgar debe estar presto y ágil para pulsar en el momento exacto en el que el ritmo nos lo pide. El juego nos dará un margen de tolerancia, y la pantalla inferior mostrará si hemos pulsado un poco pronto o tarde pero aceptable, si lo hemos clavado o si tenemos menos ritmo que Michael J. Fox follándose a una burra.
“¿Y dónde está la genialidad de Rhythm Heaven?”, preguntaréis. La genialidad está, pequeños hijos de puta, en esas simplonas musiquitas, esas melodías que se instalarán en vuestros cerebritos cual malware y de las que no os podréis deshacer ni volviendo a los ajustes de fábrica a base de golpes contra el marco de la puerta (7). No en vano, el productor musical y talento detrás de muchas de las melodías no es otro que el ídolo de idol Jpop Tsunku.
El juego, además, nos dará la opción de escuchar en versión original (japonés) los temas cantados -o que tienen algún tipo de narración, grito o graznido- o bien hacerlo en su versión localizada. No todos los temas están localizados al español, por lo que algunos sonarán en inglés. Es difícil expresar una preferencia porque, aunque el japonés siempre tiene su encanto, esta localización es un trabajo perfecto de adaptación a un idioma manteniendo el tono y el humor del original. Una inclusión probablemente prescindible en un juego que apela a algo tan elemental como el ritmo, y en el que no haría falta entender una puta mierda, pero que contribuye al elevado factor de cuteness de la saga y habla del mimo con el que trata la compañía a sus productos.
Otro rasgo característico de la saga, y que les será muy familiar a los que conozcan la serie Wario Ware (no en vano comparten desarrollador), es lo absurdo de las propuestas visuales. Actúan como complemento a la parte sonora para asistir al jugador en la búsqueda de su ritmo interior, indicándole cuándo debe pulsar el botón con pistas como un skater que debe saltar un obstáculo en el momento preciso (¡botón!), un extraterrestre que debe traducir el mensaje solitario de un granjero a sus compatriotas (8)(¡¡botón!!), una pinza rotatoria que debe arrancar pelos a vegetales con ojos (¡¡¡botón!!!) o el suelo de una pista de baloncesto que debe provocar un bache para encestar un limón (¡¡¡BOTÓN!!!).
Sin embargo, en la más pura tradición descartiana, no podremos fiarnos de lo que veamos por pantalla puesto que estas pistas visuales en ocasiones nos putearán para hacernos perder el ritmo, con lo que hay ocasiones en las que es mejor cerrar los ojos y jugar únicamente escuchando la música. Una experiencia muy cercana a escuchar un CD con un boli retráctil en la mano. Solo Nintendo podría conseguir que pagáramos por eso.
Y lo pagamos gustosos. Porque si lo que os estáis preguntando, después de hacer scroll rápido por estas 63 páginas de descripción de un juego que consiste en pulsar un botón (9), es si el juego mola: sí, el juego mola. Mucho.
En definitiva, es un juego característico de la compañía de Kyoto, para lo bueno y para lo malo. Un gran punto de entrada para cualquier neófito y una buena adquisición para un veterano, gracias a sus no pocas novedades y su reducido precio de salida. El juego que convertirá tu agrio semblante en una radiante sonrisa y que hará que vayas tarareando alegres melodías por la calle; el juego que te transformará de desagradable gusano a simpática mariposilla (manteniendo tu capullo interior).
Puntuación
Abrazabilidad: 6’5 ositos de peluche
Surrealismo: 13 faeminos
Chasqueadedismo: Noventa y nueve.
Total: 17,50 (no es un total).
- Nintendo Adult Entertainment, que acabaría monopolizando las actividades de la compañía hasta que esta decidió cerrar el negocio juguetero y refundarse como partido político. VOLVER
- Rhythm Heaven en América, Rhythm Paradise en Europa. Para unificar, durante la reseña nos referiremos a la saga con su nombre japonés, Rhythm Tengoku. VOLVER
- En realidad es mentira, a veces son dos botones. VOLVER
- Rhythm Tengoku en Japón, Rhythm Heaven en América. Para unificar, durante la reseña nos referiremos a la saga con su nombre europeo, Rhythm Paradise. VOLVER
- Tudo de bom. VOLVER
- Rhythm Tengoku en Japón, Rhythm Paradise en Europa. Para unificar, durante la reseña nos referiremos a la saga con su nombre americano, Rhythm Heaven. VOLVER
- Os invito a intentarlo. VOLVER
- En un extraordinario mashup de Arrival (“Historia de tu vida” de Ted Chiang) y Granjero busca esposa. VOLVER
- ¿He mencionado ya que el juego consiste en pulsar un botón? VOLVER
Vaya juegazo, tengo pendiente mejorar todas mis puntuaciones, pero la primera pasada con la localización perfecta para España es apoteósica.
Pero no iba a cerrar esto!?<3
En unos días le doy. Tengo por ahí el de wii y no sé, la sencillez molona baila en la frontera del país Me están timando.
Mi hija está tó loka con el jueguín. Dáselo a probar a los chavales
vuestros hijos tienen mejor gusto que vosotros. ésto es una joya.
Y pensaba q era una coña del día de los inocentes. Habéis vuelto cabrones y por la puerta grande. Larga vida al power of ban!!
Claro que sí, guapi.
Por el amigo @LoquoPJ (que desgranaba el Megamix en la GameReport) me pillé de Francia el de Wii por menos de 9€ en Amazon.
Desde entonces la vida es mejor. Pero acabé el juego y ahora lloro todas las noches...
ALCALDE! De timo nada. Estos malditos minijuegos están tocados por la gracia de Dior (eau de lancome)!! Putadón, la historia de mierda en el de 3DS, que es un coñazo obligado entre minijuegos. El de Wii te da los minijuegos a pelo (que es como da gustico).