En Return of the Obra Dinn, interpretamos al más peligroso y poderoso de los personajes en el espectro social: el burócrata. Somos un agente de la compañía de seguros que cubría al Obra Dinn, buque carguero desaparecido hace 6 años y que aparece misteriosamente en la costa británica. Nuestro objetivo es descubrir cual fue el destino de los 60 tripulantes que aparecen en la lista de embarque del buque.
Sí, de los 60, de todos y cada uno de ellos, tendremos que dilucidar momento, lugar, causa y causante de su muerte en una suerte de Cluedo hipervitaminado.
Si ya es escalofriante compartir los poderes de un burócrata, cuyas firmas y observaciones pueden tanto hundirte como mantenerte a flote, imagine el lector que además es un burócrata dotado de poderes adivinatorios y que le permiten usar un místico reloj de bolsillo para volver atrás en el tiempo al momento de la muerte de un cadáver. Lo que no es más que una conveniente mecánica jugable que nos permite visualizar las escenas de fallecimiento y navegar por ellas para desgranar los sinos de los tripulantes y llevar la misión a buen puerto.
Es tentador convertir éste análisis en un maremagnum explicativo sobre lo bien que ha pensado el señor Lucas Pope (autor único y hombre orquesta detrás de la obra) en el funcionamiento de las mecánicas de investigación y como obtiene el punto dulce entre ni llevarnos de la manita cual marineros de agua dulce, ni dejarnos solos sin rumbo en una tormenta. Pero, a mi parecer, una de las gracias es ir descubriendo cómo funciona el juego, así que lo dejaremos en que tenemos las herramientas de sobra para realizar el trabajo con comodidad (no es necesario tener papel y lápiz al lado, aunque puede ayudar) pero que cada sino descubierto, cada tripulante correctamente identificado y cada misterio resuelto, se sienten muy como propios, como de habértelos trabajado y tan satisfactorios como arribar a puerto tras una tormenta de viento perrero. El sistema de juego te agarra con la fuerza de un kraken y te enamora cual canto de sirena, te sorprenderás pensando en la solución de tal o cual misterio del juego incluso cuando no estás jugando.
De la historia que envuelve al Obra Dinn no diremos nada, como es de esperar. Pero el señor Pope parece estar como pez en el agua y mantiene el interés en la cresta de la ola durante toda la duración del juego (unas 11 horas le costó al que suscribe).
En lo técnico, el estilo gráfico hace de la necesidad virtud, y consigue un apartado estético memorable con 1 bit de color que en todo momento nos hace sentir que estamos ante una aventura clásica de microordenadores (de hecho, puedes variar el tipo gráfico para que se parezca a tu aparato pre-vga favorito, incluyendo macintosh, spectrum, commodore…), pero a su vez estéticamente atractivo. Queda el conjunto gráfico con un hermoso empaque, rústico pero efectivo, minimalista pero eficiente, como las líneas de un clipper a contraluz de un amanecer en el Pacífico.
El sonido y especialmente el doblaje son más que correctos (máxime cuando aportan pistas muy necesarias para algunos misterios). Y la música consigue ese punto dulce de no aburrir como una ostra pese a repetirse varias veces cada pieza. De hecho, son de esas tonadillas que se te enganchan al cerebelo cual percebe juguetón y las tarareas constantemente.
Creo que lo más meritorio, pasando sobre temas tan bien resueltos como el ritmo, la historia, la presentación y la jugabilidad, es que es un juego del que dan ganas de hablar. Que estás ojo avizor a ver quién lo ha jugado para poder comentar cómo resolviste tal o cual misterio, y las fortunas e infortunios de los tripulantes del Obra Dinn.
Parece milagroso que Lucas Pope haya hecho la inmensa mayoría de este programa él solo (incluyendo programación, diseño, gráficos y música). Cierto es que sin necesidad de subir un vigía al palo mayor podemos ver con facilidad las influencias jugables que convergen de su anterior obra, el merecidamente aclamado “Papers, please”, donde también controlábamos a un burócrata. Aunque las confluencias vienen más bien por el sabio uso de interfaces gráficas y sistemas jugables que nos hacen prestar atención a detalles aparentemente nimios para progresar adecuadamente, mecánicas que se te pegan como una lapa y enganchan maravillosamente.
En definitiva, Pope se ha marcado un clásico instantáneo, sobrio cual mar en calma chicha, pero emocionante como cruzar el Cabo de Hornos en un velero decimonónico.
Un juego con corazón, con mimo, que hace preguntarte que podría haber hecho Lucas Pope si hubiese tenido los extensos recursos y personal de una editora como Ubi (o menos personal, pero la capacidad de tratarlos a latigazos cual galeotes, como Rockstar).
Lo mejor es que la respuesta es: hubiese hecho el mismo juego, pero en menos tiempo. Estoy convencido de ello. Me cae bien, el piratón de Pope.
Vaya peliculon, mucho mejor que la vida de brian